Moreno Cantón, Delio

(1863-1916) Escritor, periodista y político. Nació en Valladolid, Yucatán y falleció en la capital de la república. Estudio en su ciudad natal y luego en Mérida en el Colegio Católico de San Ildefonso. También fue alumno en el Colegio de don Benito Ruz y Ruz, el cual, admirado de su talento, lo nombró maestro de la cátedra de literatura. Se recibió de abogado en 1890, carrera que cambió por la política, el periodismo y la literatura. Desempeñó diversos cargos y fue postulado al gobierno del Estado, sin alcanzarlo, en 1909 y 1911. Su labor como periodista fue notable: director de “La Revista de Mérida” y colaborador de “Pimienta y Mostaza”, “El Salón Literario” (1898), “El Mosaico” (1904), “Artes y Letras” (1905) y otros más. Fue el primer periodista en introducir en 1902 el linotipo en Yucatán, para la citada “Revista de Mérida”. Viajó por Europa en 1906; retornó a Mérida y en 1913 se trasladó a la Ciudad de México donde falleció. Su obra literaria es de importancia; como poeta escribió los poemas “La flauta china” y “Oda a Colón”, este último, ganador de los Juegos Florales de Mérida en 1892. De manera póstuma fueron publicados poemas suyos que habían aparecido en periódicos y revistas, en un libro llamado “Versos”. Entre su obra dramática se encuentra “El Billete” (obra estrenada en 1906), “Detrás de la farándula”, “Levantar la tienda” y “Nido de halcón”. Además escribió “Cenizas y cerezas”, ambos dramas inéditos. Como novelista produjo “El último esfuerzo” (1896) y “El sargento primero” (1906). También es creador de la comedia “¿Quién es el rey?” Y los cuentos costumbristas “El alazán del padre Moreno” y “Pelar la pava”. Fue miembro del grupo de escritores de “La Bohemia” en 1907, presidido por el maestro Manuel Sales Cepeda[1].

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Selección de La Voz ante el Espejo[2].

En la ausencia

23 de Diciembre. 1984.

Tú no sabes mi bien ¡qué de sombrías

las paredes están de tu morada,

ni qué triste quedó ni qué callada

la puerta amiga en que a mi voz salías!

Es que no tienen como en otros días

la alegre luz que esparce tu mirada

y viven como mi alma enamorada

hoy de tu esencia y tu calor vacías.

¡Mañana acaso se abrirá la puerta

que escuchó mi amoroso pensamiento!

y si otra gente con profano acento

la soledad de esta mansión despierta,

con la amargura que al mirarla siento

exclamaré también : está despierta!

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La flauta china

Un pobre chino

que es mi vecino

tiene una caña de color gris:

es una flauta de su país.

Cuando se entrega

la calle al sueño

a una arca llega

doliente el ceño

y envejecido por los trabajos;

en ella duerme la flauta china

con los andrajos,

resto de sedas y de lustrina!

¡Música extraña

la de esa caña!

Canción de ruda

monotonía

eco de aguda

melancolía.

Suena en la noche medrosa… queda

con el recelo de algo que veda

la policía,

pero incansable,

como implacable

melancolía.

Todas las noches gimiendo en chino

sopla en la flauta: soplar continuo

que de tristezas parece pauta,

porque solloza también la flauta

y reproducen, nota tras nota,

un tema solo; y no se agota

su eterno bis.

Así es la angustia de ambos amigos

que sin testigos

lloran recuerdos de su país.

Tiempos de rosa,

cuando la vida parece hermosa;

edad del dulce candor humano

que al hombre juzga del hombre hermano

país de ensueños y de idealismo;

qué cataclismo

causan los años

con sus verdades y desengaños!

Todas las noches, gimiendo el chino

sopla en la flauta, soplar continuo

que de tristeza parece pauta

porque solloza también la flauta.

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Resurrección

Versos, 1916.

Los dos enamorados contemplan tristemente

de infortunada virgen la solitaria fosa.

Ni un mármol todavía;

ni una inscripción piadosa.

Se nota solamente

sobre la piedra fría

que al pie de la cruz besa.

Escrita con un lápiz esta dulce promesa:

“No estás sola; contigo se queda el alma mía”

Prosiguen paso a paso

por el campo desierto;

el sol en el ocaso

ya moribundo baja

por las nubes cubierto,

como una mortaja;

llorando humanas penas

una campana tañe

y una voz temblorosa se deja oír apenas:

Cuando yo esté en la tumba ¿habrá quien me

acompañe?

– Por qué las sombras tristes evocas de esa suerte?

pregunta él y la mira con amante reproche.

Si hay luz en nuestras almas ¿a qué hablar de la noche?

¿a qué hablar de la muerte?

Hubo una breve pausa y unos labios que al viento

lanzaron un suspiro como un presentimiento.

– Si fuera yo la muerta, y fueras tú el amigo

autor de la promesa, ¿en qué forma querría

quedar tu alma conmigo

a hacerme compañía?

¿Prefieres ser la piedra,

ser la cruz, ser la hiedra

o luz en lo profundo

filtrándose me lleve un recuerdo del mundo?

-Ni ser la luz filtrada,

ni la piedra, ni nada,

sino árbol solitario

que su raíz buscándote deslice hasta tu osario.

Te estrecharé anheloso, te infundiré mi vida,

estallará en renuevos mi sabia enriquecida,

y con la muerte en guerra,

iré robando a besos tesoros a la tierra.

Y cuando el viento pase entre las verdes hojas

que serán hojas tuyas, que serán hojas mías,

no oirá una voz doliente

la amedrentada gente,

ni un eco de congojas

ni un eco de agonías

si no un rumor de amores

como el soñar de una arpa rozada por las flores.

Vendrán después los tuyos a recoger tus huesos;

y al oír la misteriosa y vaga melodía

en que como un susurro resuenen nuestros besos,

se mirarán pasmados; y cavarán tu fosa,

……… y la hallarán vacía.

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Crítica Literaria

Hemos manifestado antes nuestra leal opinión de que nos satisface más como dramaturgo y novelista que como poeta lírico. Dos novelas importantes escribió: “El último esfuerzo” y “El sargento primero”. Las dos son deliciosamente bellas y tienen el mérito de ser las iniciadoras de ese tipo de novela de costumbres que se circunscribe al mundillo social (…) Difiere esencialmente el costumbrismo de Moreno Cantón del que utilizó don Gerónimo del Castillo en “Un pacto y un pleito”, en que éste es más vasto y comprende diversos sectores sociales (…), en tanto que Moreno se propuso encerrar en páginas noveladas las costumbres del mundillo de la ciudad, en un círculo más limitado, caracterizado por sus pequeñeces, que son toda su grandeza (…) “El último esfuerzo” (1896) es un juguetillo encantador, rebosante de ese humorismo yucateco, más bien, meridano, a veces hiriente, pero superficial (…) Sus cuadros son de un agradable naturalismo, de ese que aceptaba Peón Contreras por vía de transacción, y su estilo, perfumadamente francés, de la literatura francesa de fines del siglo XIX (…) Aunque Moreno Cantón no puede despojarse de su ingenio y a ratos de su estilo frívolo ligero, como conviene a las costumbres que describe, es en “El sargento primero” (1905), un poco más serio, menos caricaturista que en la anterior y, lo repetimos, logra en ambas novelas el mismo éxito sólido que en su teatro, y cobra, a nuestros ojos, mayor importancia en la literatura yucateca de la que se le dio como poeta[3].

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[1] Diccionario de escritores de Yucatán. Peniche Barrera, Roldán y Gaspar Gómez Chacón. Compañía Editorial de la Península S. A. de C. V. México. 2003. P. 103-104.

[2] La voz ante el Espejo. Reyes Ramírez, Rubén. Tomo I. Instituto de Cultura de Yucatán, México. 1995. P. 121- 124.

[3] Enciclopedia yucatanense, Tomo V, Gobierno del Estado de Yucatán, México, 1977. P. 651-653