Dzul Chablé Irene

Dzul Chablé Irene


AL GALLO Y LA GALLINA

Una vez visité a doña Lucila Chan en el pueblo de Mayapán era mediodía y se encontraba torteando. Ese día me contó muchos relatos. Uno de ellos dice así:

Una gallina vivía muy feliz con su marido, el gallo. Durante el tiempo que vivieron juntos procrearon muchos hijos y se llevaban muy bien. Pero cierta ocasión el gallo comenzó a salir al mercado todos los días aunque no tuviera nada que comprar. Al darse cuenta de esto, la gallina decidió preguntarle:

— ¿De dónde vienes?
— Fui a comprar al mercado —contestó el gallo.
— Está bien –respondió la gallina, convencida de la respuesta de su marido.

Mas las idas del gallo al mercado comenzaron a ser cada vez más frecuentes. Esto comenzó a inquietar a la gallina y un día pensó: “mañana iré al mercado para ver qué tantas cosas hace allí mi marido”.

Al día siguiente el gallo se levantó muy temprano y fue directamente al mercado. La gallina fue tras él y descubrió que el gallo se dirigía a un lugar donde vendían gallinas. Ella se escondió y pronto escuchó que el gallo decía:
— Esta es muy hermosa, hermosa, hermosa.

Al escuchar esto la gallina se acercó para cerciorarse de lo que el gallo hacía y vio que se refería a las gallinas desnudas sin plumas. Para ver qué haría su marido se colocó entre las gallinas que venía tocando.

— Jum, esta no está bonita, está demasiado fea.
— ¡Hijo del diablo! —contestó enojada la gallina —¿Cómo te atreves a decir que no estoy bonita, acaso no te diste cuenta cuando nos casamos? ¡Con razón nunca te quedas conmigo, pues todos los días vienes a ver a estas gallinas desnudas!

Y correteó a pedradas al pobre gallo hasta que llegó a su casa. Cuando pasé por allá, hace unos momentos, seguían correteando al pobre gallo y el enojo no se le pasaba todavía a la gallina.


EL ALUX DE BAKALTÚN


Esta narración se la escuché a Sam Ek. Me la dijo así:

Un viernes fui al monte con mis paisanos. Como al mediodía se nos acabó el agua, aunque nos faltaba mucho para terminar el trabajo. Estábamos lejos del pueblo y no había donde abastecernos de agua. Como era necesario que termináramos el trabajo, mi compañero me dijo:

— ¿Y por qué no vamos a abastecernos de agua en Bakaltún?
— Vamos —le contesté —, pues de lo contrario no terminaremos el trabajo.

Tomamos rumbo y nos fuimos. Cuando llegamos a la cueva, vimos que en la entrada había claridad, pero conforme avanzábamos se iba oscureciendo. Cuando no pudimos ver nada intentamos prender una vela, pero los cerillos se apagaban de inmediato. Decidimos caminar en la oscuridad, a pesar del riego de perdernos adentro. De pronto tropecé con una piedra; intenté encender más cerillos para alumbrar el camino, pero no lo conseguí. Optamos por continuar caminando y de nuevo volví a tropezar; entonces me incline y comencé a tantear el suelo hasta que toqué algo que luego le di a mi compañero.

— Toma esto —le dije, tiene pies, es como un hombrecito.
Él me contestó:
— Déjalo en la orilla del camino y cuando regresemos nos lo llevamos.

Lo coloqué en la orilla del camino para que no se me perdiera, pues tenía curiosidad de saber qué era. Después de llenar nuestros recipientes con agua regresamos a buscar la piedra, comencé a tantear el suelo para recogerla pero no la encontré; me dije entonces: “creo que esta cosa vive, porque no está donde la dejé”.
Con miedo de que nos sucediera algo, salimos de la cueva y corrimos hasta llegar a la milpa. Después de trabajar otro rato, regresamos al pueblo.
Otro día conté a un j-men, y después de escucharlo me dijo:

— Lo que encontraron en la cueva fue un alux, así que no vayas a regresar a aquel lugar porque te puede pasar algo. Creo que se toparon con él porque posiblemente ahí viva. Además, no vuelvas a tomar agua de ahí, porque debes saber que las aguas vírgenes de la cueva solamente son utilizadas para hacer ch´a´ cháak, ¿No te das cuenta que todos los sitios tienen su dueño?

Al escuchar lo que me dijo el j-men, me entró miedo. A partir de ese día no he regresado a ese lugar —afirmó don Sam Ek.



EL ALUX DE USILÁ


Un día de tantos fui a visitar a don Cástulo Tamayo, oriundo de Mayapán, porque sabía que él contaba las cosas de manera muy bonita. Entre las muchas historias que me narró, se encuentra la siguiente:

Hace como 10 años acostumbraba ir de cacería cerca del cenote. Un día que me encontraba trabajando mi milpa, decidí ir a Usilá, que se encontraba cerca del cenote. Al poco tiempo de llegar a ese lugar escuché que golpeaban tres veces una madera. No le di importancia y avancé hasta el sitio donde acostumbraba cazar. Me subí a un árbol y no tuve suerte, así que tiempo después bajé a sentarme en el tronco. Dormité sin darme cuenta y de pronto, al abrir los ojos, vi ante mí un enorme zorro. Intenté moverme y el animal salió corriendo. Quise ir tras él pero desapareció muy rápido. Cuando desapareció el zorro, sentí que mi mejilla izquierda estaba fría y por eso decidí regresar a mi casa.
Ya en mi casa comencé a pensar qué cosa pudo ábreme dejado fría la mejilla y sólo recordé al zorro que apareció cuando abrí los ojos. Pasados varios días sin que se me curara, decidí consultar a un j-men del pueblo, quien me dijo:

— Muchacho, esto que te sucedió fue ocasionado por un mal viento, pero no te preocupes, que te voy a curar.
— ¿En verdad me voy a curar? —le pregunté dudando.
— En verdad —me respondió con mucha seguridad.

Pero pasaron varios días sin que me curara y decidí ya no ir con ese j-men, sino con otro. Cuando llegué le relaté lo sucedido y luego me dijo:

— Esto que te sucedió fue propiciado por el viento de los aluxes que habitan en los montes; yo estoy seguro que eso fue lo que te afectó.
— ¿Y cómo he de curarme? Ya me fastidió estar así.
— Te curaré, cómo no —respondió—. Espera un momento para que veas.

Cuando el j-men me dejó solo comencé a repasar qué tantas cosas me habían sucedido en aquel día, y entonces me acordé que además de haber visto al zorro, había escuchado que golpeaban una madera en tres ocasiones, que lanzaron al árbol una piedra y que seguramente por no darle importancia el alux se me presentó en forma de zorro y me advirtió que mi presencia no le agradaba, que no debía de haber entrado en el lugar que él estaba custodiando. Momentos después el j-men regresó con unas ramas de spiche´ para santiguarme y me dijo:

— Para que te cures pronto, es necesario que me ayudes ofrendando en nueve ocasiones la bebida de saka´ en tu milpa y el lugar donde cargaste el mal viento.
Hoce todo lo que me indicó el j-men y terminadas las nueve ofrendas de saka´ me di cuenta que ya estaba curado.

Hoy no paso por ese sitio, porque tengo el temor de toparme con los guardianes de ese monte —me dijo don Cástulo.