Abreu Cornelio, Agustín

Nació en la Ciudad de México en 1980. Es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Modelo (Mérida, Yucatán) y actualmente cursa una maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Texas en El Paso. Se ha desempeñado como profesor de literatura y redacción a nivel bachillerato y colaborado en varios medios impresos y virtuales. Forma parte del colectivo de creación y reflexión literaria “Marsias”.

Obras poéticas: “Caramelo de muerta” (plaquette), Universidad Regiomontana, México, 200;“El éter de las esferas” (poemario colectivo), Ayuntamiento de Mérida, México, 2006 y “Los reflejos”, Instituto de Cultura de Yucatán (ICY)-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), México, 2009.

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Selección de El impuro descanso[1]

Adiós a Monterrey

Preludio

Hemos llegado:

tan esquivos el sol como la noche

como yo.

Hace un tiempo decía:

“vuelan aviones tras el alba”

hoy sé que miles esperan un sueño firme,

la hora de no partir más,

de callarse los motores flacos

como yo.

Hemos llegado,

la música

como el ronroneo de un imposible felino,

y el adiós mecánico y terco

como yo.

Pie izquierdo

Intentar dormir

y no conseguirlo pese al ruido y al cansancio.

Yo quiero hallar un río longevo,

que su aliento por mil años

moje las piernas que recorrí.

Bueno sería evaporarme

ahora que soy agua de aluvión

y por el cauce siempre ausente

huir como un eco de lágrimas.

Pie derecho

El sol no me persigue más.

En mi cueva,

refugio herido

(quisiera ser el río que se enciende

royendo tus muslos

mutilados como cavernas),

mi soledad estremece el alma dormida

porque en sueños

la amada anochece

sin decir adiós.

Intermedio

¿A dónde irás,

Monterrey,

si en gotas me despido?

Puedes soñar en mí

si te place.

Puedes quedarte en mí

como agua entumecida;

puedes quedarte en mi espalda.

¿A dónde iré,

Monterrey,

si me despido virilmente?

Puedo tocarte,

meteoro,

puedo tocarte cuando pasas

con tu oro entre los muslos

de insomnes lagrimales.

Pie izquierdo

Vi a un hombre rasgar su única piel

y salir triunfante

respirando toda su vida del vacío;

y me vi a mí mismo también,

caminando por segunda vez

en aquel puente de antigua arquitectura.

Porque mis pies andan me sirven de consuelo.

A las calles les platico mi pesar

porque se diluyen en agujas,

porque el aullido de llantas viejas desgarra el sonido

y las calles se tornan hembras silenciosas.

Pero el puente sólo me sirve de puente…

Pie derecho, pie izquierdo y silencio

Este día uso el azogue

que me diste

para vestir un duelo

y marco tu silueta con un clavo.

Pero dejo en tus uñas,

Monterrey,

lo que niega llamarse trasto de la primavera;

dejo la espiga y las pestañas

y la mujer

que me tejió

el silbido

y lo que callo

(el sol levantándose como una piedra).

Y estiro este mirar atrás:

temo que ayer se me derrumbe

un río.

Pie derecho

Derramada en las esquinas

está tu naturaleza.

Con restos de luna en nuestras manos

junto las caricias reprimidas.

(volaría de rodillas

para atravesar la tosca avenida

con sus venas circulares)

De mañana

se recoge el colorete en las banquetas.

Lástima, pero me voy…

Epílogo

Este decir mío acaba de lejos,

encumbra lágrimas en vientos del norte

que no silbarán ritmos de aridez.

En mis silencios te dejo, mi amante,

las montañas escribiendo CIELO.

Voy a caer en besos destrenzado

y por la noche

tejeré almas, esculpiré cuerpos.

Este decir mío escapa a mi pierna

y va quedando aquí,

entregado a la guardia del camino,

acompañado por faroles solitarios

y un amigo perpetuo.

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Selección de Los reflejos

La reproducción del mangle

Como la pared que nos explica la distancia,

me estoy humedeciendo.

Con un gis he marcado mis días

y aún espero que las lluvias cumplan su función.

Necesito una de raíces filosas, fructífera de rizos,

con la vitalidad de un mediodía que pasa.

La demando como un cadáver de cristal

sugerente de la orilla y el reflejo

que tal vez nunca lleguen.

Veré la imagen del futuro hincharse en el centro de mis náuseas:

la sed no es un buen vaso.

Decir mi cuerpo hoy sería dejar caer el aliento en un profundo

[desahogo...

Hallé al mundo hace un tiempo:

fui conducido por los goznes de lo ajeno

a los montes que venden una visión infantil,

a las tumbas que son puentes,

y todo fue el Norte y todo fue el Sur

con paciencia de himno que celebra susurrante el golpe del mar, el

[fuego fatuo, la carne más allá de la balanza.

Las manos con su sombra a cuestas, y los ríos, eran tan minerales

[como ahora;

en su fiebre, en su manifestación de voz, hice amistad.

El aire, rama desgajada hacia el candil de mi garganta

en esta hora azogada sin abrigo,

mece las uñas, mece la falange

y motiva los achaques de la habitación.

Es de noche,

ni la frase logra su final ni la lámpara se seca.

Sólo en las hormigas se cumple la destrucción vegetal;

en ellas viaja la atrofia de los cuerpos

para sumarse a la aridez:

no hay moho, no hay barro, hay hormigas rojas

en un vaso de sombra esperanzada.

Es de noche,

nada se engendra entre las simas.

Las banquetas desveladas circulan por toda sangre,

pero mi sed gime en un árbol cargado de injurias.

Nada... para ventanas hay paredes fingiendo nostalgia.

Nada... para engendrar hay muertos que anhelan la contemplación.

La sequía está más allá del polvo

que camina entre mis pasos como espora en duermevela.

¿Ha encontrado la savia su lugar preciso? ¿Ha podido la arena

[sedimentarse con comodidad entre el rumor de las sandalias?

Las selvas migratorias no llegarán tan lejos,

¿llegarán las gotas de la leña hasta mi oído como el mejor consuelo

[de la verticalidad?

La embriaguez asciende desde las raíces como el rubor ante la

[campanada de gallo:

llegó la primera, la segunda, luego muchas más a despertar mis

[costados y a quienes están en mis costados.

Hay concesión para decir las piernas, los brazos, pero hay que tomar

[el aliento por su asa, ponerlo boca arriba como hacen los ahogados

para librar al paisaje de la tierra y de los hombres.

Una campana advierte la densidad de los recuerdos.

Ya no abrazan las raíces ni murmuran estas hojas.

La ceniza está en la vigilia de una mano que se aferra,

que no soporta el peso de un bejuco bajo el alba.

No es suficiente el zumbido del agua muerta ni el asfalto;

para nombrar este instante

espero que se diluya la memoria

que me observa desde el agua.

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Crítica Literaria

Como en la pluma de todo poeta joven –incluso también en uno “maduro”– en la de Agustín el eco de influencias es notorio, los mismos epígrafes lo delatan: John Ashbery y T. S. Eliot, poetas con los cuales comparte la idea del uso del lenguaje coloquial como arsenal poético (de hecho Agustín Abreu Cornelio es un poeta, me parece, antisolemne, en el buen sentido de esta expresión); pero también podemos escuchar algunos ecos nocturnos del poeta tabasqueño José Carlos Becerra y de William Carlos Williams. […] en definitiva el compromiso, en poesía, es con nuestro ser entero. Agustín Abreu ya adquirió ese compromiso; lo que sigue, creo, será mantenerlo, crecer con él, vivirlo noche y día.

Audomaro Ernesto Hidalgo

Solar de Cultura, 22 de febrero de 2010.

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“Reflejar”, según el Pequeño Larousse, es hacer cambiar de dirección, y su sinónimo “repercutir” me lleva a la reverberación, esto es, a la persistencia de los sonidos hasta que cesa la fuente que los produce. Sea en ello que se encuentra el concepto y desarrollo de este primer libro de Agustín Abreu Cornelio, donde una incesante nómina temática muestra su múltiple posibilidad de existencia: porque al renovarse se inventan, y así, la lluvia, la memoria, son otras en distintos escenarios.

[…] En esa (“Dramatis personae”) y en la siguiente, “La dama de las situaciones”, es donde el poeta sume el mayor riego formal, incursionando en algo más allá del verso libre y asentando el carácter de actuación de su propuesta. La incorporación de nombres comunes a la tierra de su infancia adquieren carta de naturalidad en el poema por la espontaneidad de su presencia, y así, Shakespeare y Eliot conviven “en los techos de cinc de mi pueblo, / donde la gente no concibe / la existencia o la muerte de los reyes”. Pero no es la sola mención la que trae a colación a estos dos autores, sino la manera de integrar a su creación la de aquellos, es decir, la de trabajar un poema como una suerte de mosaico que hace énfasis en obras clave de la literatura. Y donde la destreza del poeta es una posibilidad de seguir abriendo las expectativas.

Francisco Magaña

Solar de Cultura, 22 de febrero de 2010.

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[1] En El éter de las esferas, Ayuntamiento de Mérida, México, 2006.