José Peón Contreras

(1843-1907). Médico, poeta, dramaturgo y político. Nació en Mérida y falleció en la Ciudad de México. Cursó estudios en su ciudad natal y obtuvo el bachillerato en filosofía en 1856 en la Universidad Literaria. En 1862 se tituló de médico. En la ciudad de México ingresó al Hospital de Jesús como practicante. Se especializó en enfermedades mentales y obtuvo la dirección del Hospital de San Hipólito. Ejerció la Cátedra en las Facultades de Medicina de México y de Mérida. Fue miembro de la Sociedad Médica de Yucatán. Fue diputado y senador por Yucatán y Nuevo León, y fungió como legislador entre 1875 y 1892. Desde muy joven se inició en la literatura. Fue también pintor aficionado. Su primer trabajo literario lo escribió a los 17 años. La cruz del paredón. Entre sus obras se destacan: “Hasta el cielo”; “Un amor de Hernán Cortés”; “Gil González de Ávila” y “Juan de Villalpando”; así como “El castigo de Dios”; “María la loca”; “El conde de Santiesteban”; “Impulsos del corazón”; “La hija del rey”; “El conde de Peñalva·”; “Entre tu tío y tu tía”; “El alcalde de Palacio”; “Doña Leonor de Sarabia” y otras.

En el género de la novela escribió “Taide” y “Veleidosa”. Su poesía incluye odas, romances y versos de circunstancia. De sus libros por poemas más destacados pueden señalarse: “Romances Históricos mexicanos” (1873); “La ermita de Santa Fe” (1877), “Ecos” (1883); “Trovas colombinas” (1888); “Romances, cantares y líricas” (1902) y su hermoso “Canto a José Martí” (1903). Composiciones suyas fueron incluidas en varias antologías y gran parte de su producción apareció en periódicos y revistas como “Álbum Yucateco”, “La Revista de Mérida”, “Pimienta y Mostaza”, “Repertorio Pintoresco” y “La Guirnalda”. Escribió la letra de las canciones “Adiós”, “Vuelvo a ti” y “Despedida”, musicalizadas por Cirilo Baqueiro Preve, Chan Cil. Destaca sobre todo, como autor teatral; por sus dramas y especialmente por “La hija del Rey”, fue nombrado por los escritores reunidos en el Teatro Principal de la Ciudad de México en mayo de 1876 como el “restaurador del teatro en la patria de Alarcón y Gorostiza”, durante una exitosa representación de esa obra.

Perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua, Con José Martí formó parte de la Sociedad Literaria Alarcón. A iniciativa suya se editó en 1883 “El aguinaldo poético”, breve antología de poetas yucatecos. Escribió un tratado de psiquiatría.

Fue conceptuado como el Fénix Mexicano. Desde 1878, lleva su nombre el que fuera Teatro San Carlos, en Mérida.[1]

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A la gloria

Poesías, 1871.

Una lira en mis manos, una lira,

Un eco de armonía en mi garganta,

Y al susurrar la brisa entre las flores

Una voz celestial que dijo: “Canta!

“Cántale al universo tus amores,

“Busca en el cáliz de naciente rosa

“Las tintas del pudor. Busca en el cielo

“Dulce melancolía

“A la luz apacible y misteriosa

“De su tendido pabellón de estrellas;

“Y en la multicolora mariposa

“De la pasión el incesante anhelo,

“Avida admire tu pupila inquieta

“Siguiendo el giro al vagaroso vuelo.

“Aprende de la tímida violeta

“La modestia dulcísimo; en los campos

“Demándale á las aves

“Inspiración secreta,

“Y el dulce tono de sus himnos suaves;

“Pídele al aura el son melodiosos

“De su alígera voz, y al bosque añoso

“El eco blando de sus notas graves;

“El fuego de sublime poesía

“Beba en el Sol tu ardiente fantasía

“Cuando en su cuna de topacio nace,

“Y cuando muere suspirando el día.

“Aprende á sollozar en el gemido

“De ocultos y tristísimos dolores,

“Cuando á la luz crepuscular desprende

“El mundo adormecido

“Sus húmedos vapores,

“Cuando la noche silenciosa tiende

“Su velo de misterios y de amores.

“Y cuando en ansia de gozar vehemente

“Se torne tu mirada

“Al Dios omnipotente

“Que hizo brotar los mundos de la nada,

“Para ensalzar su augusto poderío

“En grandes y magníficos cantares,

“Pídele aliento al aquilón bravío,

“Pídele voz á los revueltos mares”.

Y yo en mi alegre juventud lozana

Al escuchar tan poderoso acento,

Dejé volar mi espíritu sediento

De luz y de armonía

Más allá de la atmósfera en el viento!

Naturaleza augusta,

Bella como jamás y engalanada

Con mágico atavío,

Apareció á mis ojos deslumbrante;

Y pálido, extasiado, delirante,

Sentí estallar en gozo el pecho mío!

Bella como jamás, tornasolada

De espléndidos colores,

Parecióme más limpio el firmamento,

Mas hermosas las flores,

Y más puro el aroma de su aliento;

Sentí que el atrevido pensamiento

Del universo absorto entre las galas,

Como el águila real cruzó el espacio

Y en el fuego del sol quemó sus alas!

Oh gloria! Oh gloria! Entonces placentera

Mi sueño fuiste en perennal desvelo.

Con qué encendido anhelo,

Visión hermosa, te miré ligera

Cruzar entre los orbes

Que en inmutable giro

Puedan sin fin en luminoso vuelo

Por la anchurosa bóveda del cielo!

El alma enardecida

Sin desmayar un punto, delirante,

Cantó el amor de la beldad amante,

Cantó el dolor de la pasión mentida,

Cantó las ilusiones, los delirios

De la edad juvenil… sus devaneo

Y la insaciable sed de sus deseos.

Ay! pero aquellos himnos

En que exhalé mi vida

Lleno de fé cantando

Unas veces feliz, otras llorando

El ageno dolor, mi dicha ausente,

El bien dudoso ó los ensueños míos,

Humildes parecieron á mi mente,

Pobres al alma, al pensamiento fríos.

Me pareció mi acento

Sin robustez, ni pompa, ni belleza,

Y sin sublimidad y sin grandeza!

La mentida ilusión de aquellas horas

Pasó rasgando al porvenir el velo,

Y de tantos ensueños seductores,

De tantas esperanzas y alegrías,

Guardó mi corazón las muertas flores

Como se guarda en cándido sepulcro,

Débil barrera al tiempo y al olvido,

El despojo de un sér que se ha querido.

Las notas de mi lira,

Con fúnebre clamor inútilmente

Elevaron su queja dolorosa,

Cruzando el vago ambiente

Al par de mi querella lastimosa.

Y al perderse mi voz en lo infinito,

Cayeron una á una de mi frente

Bañadas con mi llanto

Las tristes hojas del laurel marchito

Que colocó en mis sienes el encanto!

Y fuiste ¡oh Gloria! Para mí de entonces

Como el disco del sol incandescente

Que abrillanta á la par con viva lumbre.

De los astros la inmensa muchedumbre.

Yo siento el rayo de su luz ardiente

Que el campo fecundiza;

Del arroyuelo mando que desliza

Su linfa murmurante en la pradera;

Yo contemplo su luz que la matiza

De vívidos colores,

Cuando gentil y bella primavera

Descubre el seno regalando amores;

Que en la riscosa y desigual pendiente

De la montaña altísima se irradia

Y en si nevada cima reverbera;

Yo siento á influjo de su lumbre roja

Arder mi frente, y palpitar mi seno

Que el desengaño helara…

¡Y no puedo mirarlo cara á cara!

Tal eses para mí, Deidad sublime,

Que á la morada de los genios guías,

Aun te amo palpitante;

Aun los recuerdos de remotos días

Inundan mi cerebro delirando

En la fiebre de amor…llama espirante

Que entre las sombras del pasado vaga

Y lentamente, á mi pesar, se apaga.

No quiero verla ya: muera escondida

Y oculte para siempre sus reflejos

A los fututos tiempos de mi vida.

Ay! sufre mucho quien la vé de lejos!

Quien siente el alma de su fuego henchida,

Y en noble aspiración ceñir anhela,

Con ansiedad profunda,

El verde lauro que su sien circunda;

Que anhela en fin la siempre viva palma

Que la corriente del saber fecunda,

Y á cuya eterna y apacible sombra

Tranquila pueda remontarse el alma.

Yo se muy bien, enaltecida Dios,

Que me negó el destino

El infinito Don de tus favores;

Yo sé muy bien que sorda á mis clamores

De mi existencia oscura

No regarán el áspero camino

Tus vivíficas flores….

Pero, oye “oh Gloria! de tu inmensa hoguera

La luz esplendorosa

Lance de tanta claridad siquiera

Un débil resplandor sobre la losa

Que cubra el seno de mi tumba fría.

Tú lo sabes muy bien, eso me basta.

Si acaso el alma inquieta

Soñó contigo un día,

Buen puede delirar la fantasía

Si al fin su vuelo á la razón sujeta…

¡Nunca en mis versos me llamé poeta![2]

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Ecos

1883. Fragmentos

II.

Tal vez no existes: acaso

Eres la imágen de un sueño,

Que deleitó mis sentidos,

y embargó mi pensamiento.

Más ha de ser realidad

Aquel hermoso embeleso,

Pues como te ví, dormido,

Te estoy mirando despierto.

Tal me parece que escucho

A todas horas tu acento;

Que se refleja en mis ojos

La luz de tus ojos negros;

Que en la palidez marmórea

De tu semblante hechicero,

Sus alas de oro y de nieve

Posa mi espíritu inquieto;

Que cerca del pecho mío

Siento el latir de tu pecho;

Que me quemas con tus labios,

Que me abrasas con tu aliento!

Y te palpo y no te toco,

Y te busco y no te encuentro;

Y me enloquece tu sombra,

Y me embriaga tu recuerdo!

Y así, sin saber lo que eres,

Harto sé que eres mi dueño,

Que te llevas mis dolores

En las lágrimas que vierto;

Que flotando en el espacio

Como una visión te veo,

Entre tu alma y mi alma,

Entre la tierra y el cielo!

XVIII

En alta mar mil veces he mirado

Huir de mí las olas plateadas,

Y las unas llegar tras de las otras,

Y, pasando, perderse en lontananza.

¡Dónde irán a parar, dónde, Dios mío?

¿A qué remota y solitaria playa?

¿Dónde irán á morir mis ilusiones?

¿Dónde irán á morir mis esperanzas?

XXXVI

Yo siento que en mi pecho

Ya no puedes cavar: llegaste al fondo…!

¡Qué campos tan inmensos son tus campos!

¡Qué negros tus sepulcros y qué hondos!

¡Oh duda, horrible duda!

Ya me queman las lágrimas el rostro!

O salvas á tu víctima, ó la salvas,

O dame su cadáver… ¡pero pronto!

XXXVII

Mata la luz! á oscuras! que no vean

Como logré un instante ser feliz:

Esos desventurados, prenda amada,

Sólo saben reír,

Si alguna vez surcaron sus mejillas

A torrentes las lágrimas sin fin;

Sabrán lo que es llorar; pero no saben

Lo que es llorar por ti!

XLVIII

Tú sí serás feliz!...Llegará un día,

T el amor en el cáliz de unas rosa,

Acercará á tus labios el almíbar

Que de los labios de los Dioses brota.

¡El cáliz que te daba

Mi mano temblorosa,

Entre hiel y entre lágrimas tenía

De almíbar una gota!

LXXV

Me parece que leo en su sonrisa

Y que leo el amor en su mirada;

Y en el círculo rojo de sus párpados

Las penas leo que atormentan su alma!

Y cuando pienso que por otro llora,

Y pienso que otro su amargura causa,

Nada puedo leer…del misterioso

Libro del corazón arden las páginas;

Y más que nunca bella, más hermosa,

Del espantoso incendio entre las llamas,

Hechicera y gentil se me aparece,

Imágen del dolor, su imágen pálida.

XC

Yo soy hoja caída que se seca.

Soy el dolor que ríe,

Soy la deshecha nave que ha cruzado

Horizontes sin límites,

Ola del mar que se estrelló en la arena

Al pié del arrecife;

El pié que muere en el crepúsculo
de una esperanza triste;

Yo soy la noche, en fin: ¡dime si eres

La sombra que me sigue! [3]

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A Mérida

Romances, cantares y líricas. 1902.

En torno mío fulgurantes vierte

relámpagos de la Poesía,

y salgo de las sombras de la muerte,

con el arpa en las manos, tierra mía,

para venir á verte!

Y yo quisiera hablarte de una historia

de lágrimas y amargos sinsabores;

mas tal como la dicha, es transitoria,

también la pena y de sus tristes flores

se extingue la memoria!

¿Para qué recodar el mal que ha huido

si te vuelvo á mirar tan hechicera,

y tú me quieres como te he querido,

y tú misma como siempre has sido;

y yo lo mismo que era!

Si sentimos los dos igual anhelo

y es conforme á tu dicha mi alegría,

echemos juntos al pasado un velo,

aun cuando tenga nubes como el cielo

u sombras como el día!

Demos gracias á Dios por su ternura,

demos gracias á Dios que nos guarde

melancólicos sueños de ventura,

al rodar de las horas de la tarde

y de la noche obscura!

Todo me habla de amor, tierra querida,

cuando voy por tus calles y te veo

en medio de los árboles tendida…

y confundo mi vida con tu vida,

tu amor con mi deseo!

Delirio de la infancia me pareces,

y de mi hermosa juventud ensueño;

a halagar mi existencia te apareces,

y pienso que en tus brazos me adormeces

llamándome tu dueño!

Y en tanto en torno fulgurantes vierte

relámpagos de luz la Poesía,

y salgo de las sombras de la muerte,

con el arpa en las manos, tierra mía,

para volver a verte![4]

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Crítica Literaria

“Aunque con reminiscencias clásicas de atisbos realistas, por su expresión poética –sobre todo su teatro- Peón es considerado como romántico tardío. La atmósfera de sus obras y el carácter de sus personajes lo sitúa como creador del teatro mexicano, la mexicanidad de sus creaciones refleja, explicablemente, la concepción de la sociedad y del indio propias de su tiempo y de su condición social”.

Rubén Reyes Ramírez[5]

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“Peón Contreras… antes que a ninguna sujeción técnica, pertenece al gusto de la tradición literaria de su región. Su espíritu religioso antiguerrero, antipolítico y devoto del orden patriarcal, se apoya en los cánones sociales y estéticos de aquella tierra. La doctrina romántica, sobre cuyas disciplinas ordena su expresión artística, la conduce y aprende después. Y aun con ella no procede a ciegas, sino por selección. Se acomoda a sus postulados de un modo racional: sólo utiliza de estos los principios afines a su sentimiento original”.

Ermilo Abreu Gómez[6]

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“Romántico nacionalista y conservador por espíritu de clase –opina Antonio Magaña Esquivel- Peón Contreras adopta en su teatro asuntos parecidos a los de sus romances: el honor, el ardor caballeresco, el remordimiento religioso, el amor ardiente, los arrobamientos de la pasión y los fatales desengaños (…) Su facilidad de versificador, su disposición para la rima, la resonancia de sus estrofas, su inspiración manejada con sobriedad gracias al impulso realista que se avecinaba y que él no desatendió sino acogió, conduce la acción de sus dramas con sencillez y sin extravíos”.

Emmanuel Carballo[7]



[1] Diccionario de escritores de Yucatán. Roldán Peniche Barrera. Gaspar Gómez Chacón. Ed. por Instituto de Cultura de Yucatán junto a la Cámara de Diputados, LVIII Legislatura. 2003. P. 120 -121

[2] Selección extraía de La voz ante el espejo. Rubén Reyes Ramírez, Ed. por el Instituto de Cultura de Yucatán. 1998. P.74, 75,76, 77, 78 y 79.

[3] Op. Cit. La voz ante el espejo. P. 79-82.

[4] Op. Cit. La voz ante el espejo. P.83-4.

[5] Op. Cit. Diccionario de Escritores de Yucatán. P.121

[6] Comentario extraído de LA huella del viento. José Peón Contreras. Obra poética. Parte I. Rubén Reyes Ramírez. Ed. de la Universidad Autónoma de Yucatán, Mérica, 1998. P. 51

[7] Diccionario Crítico de las Letras Mexicanas. P.173