Rita Cetina Gutiérrez
(1846- 1908). Maestra y poetisa. Desde pequeña escribió versos que fueron cimiento de su obra poética a escala nacional. Tuvo como maestros de literatura a Domingo Laureano Paz y Félix Ramos y Duarte, intelectuales cubanos que residieron en Yucatán. Se tituló de profesora y en 1870 fundó la primera escuela particular laica, La “Siempreviva”, gratuita y al servicio de la niñez femenina. Con el mismo nombre de la escuela fundó un periódico que se publicó en dos épocas (1870-1877 y 1879-1886). Fue directora del Instituto Literario de Niñas en 1877 y en 1886.
A los 17 años escribió algunas composiciones entre las que destacan “Recuerdo, A una flor” y “Al partir”. Estas composiciones fueron publicadas en el periódico “La Esperanza” con el seudónimo de Cristabella. Colaboró en “La revista de Mérida”, “La Biblioteca de Señoritas”, “El Repertorio Pintoresco”, “La Guirnalda”, “La Esperanza”, “La Aurora”, “El Recreo del Hogar” y en otras revistas de la época.
Cultivó la prosa y también incursionó en el teatro, habiendo presentado con éxito su drama “Dudas del corazón”. Sin embargo, es en la poesía donde se destacó, siempre inspirada en temas de educación, la patria, el amor, los anhelos de justicia y la exaltación de las virtudes personales. [1]
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Un lirio
La Siempreviva. 18 de marzo de 1871.
Era feliz; la suerte me halagaba,
Soñaba en dichas, ilusión y amores,
Gozábame al mirar las lindas flores
Mecidas por el aura que pasaba.
Pero ninguna mi atención llamaba,
No alagaban mi vista sus colores,
Y creyendo encontrar otras mejores
Ligera de su lado me alejaba.
Mas vino un día que miré apartado
De todas las demás un blanco lirio
Latió mi corazón entusiasmado…
Comprendió que mi afán era un delirio…
Y cerrando su cáliz delicado
Dejó en mi corazón hondo martirio. [2]
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Soneto
Su sombra
La Siempreviva.15 de febrero 1871
Sombra, visión, espíritu, ¿Quién eres?
Que así me guías con tenaz porfia
¡Déjame por piedad! Si el alma mía
Haz destrozado ya, dí, ¿qué mas quieres?
¡Aléjate de mi……otras mujeres
Te ofrecerían ventura y alegría:
Vé á libar en sus labios la ambrosía
A robar á su encanto mil placeres.
Vete… no vuelvas mas… no me persigas,
Si solo dolor y angustias deseas,
Vete… ¡oh!.. sombra querida no me oigas,
¿Qué te vayas he dicho?... no lo creas…
Vuelve, por compasión!... no me maldigas
¡Realidad o ilusión! … ¡Bendita seas![3]
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A nuestro sexo
La Siempreviva, N° 1, 1870
¿No veis aparecer en el Oriente
Más limpio el sol,
Más bello y claro el día?
¿No escucháis ya más grata la armonía
Del alegre y parlero ruiseñor?
¿No sentís que al mecer vuestros cabellos
En la tarde la brisa pasajera,
Es mas fresca, más pura y lisonjera
Que el tierno beso del filiar amor?
¿No sentís más frescura en el ambiente?
¿De las flores más dulces las aromas?
¿En el manso arrullar de las palomas
No oís una cadencia celestial?
Oh! ¿no es verdad que todo vuestra vista
Más sublime, más bellos se presenta?
¿Veis la naturaleza que ora ostenta
Esplendor y belleza sin igual?
Oh! si, si ¿no es verdad? Es que la hora
Ha llegado por fin tan esperada,
De levantar la frente que angustiada
Mustia y doliente se inclinara ayer.
Dejad la postración que tanto tiempo
La gloria y el saber os ha ocultado.
¡Oíd con atención! La hora ha llegado
De que ilustre… la mujer.
Pasan siglo y edades y los pueblos
Que sumidos están en la impotencia,
Súbito dan la voz de independencia
Y denodados luchan con valor.
¿Qué extraño, pues, que la mujer ahora
Que de las ciencias el raudal fecundo
Ha apurado sedienta, diga el mundo
En mi pecho también siento este ardor?
Dotadas la mujer por el Eterno
De nobles sentimientos como el hombre,
Ambiciona legar también su nombre
Ilustre y grande a la futura edad.
Si; ¿no es cierto, queridas compañeras,
Que halagáis este bello pensamiento?
Pues no esperemos más; llegó el momento,
Proclamemos: Unión, Fraternidad.
Venid todas, venid! “La Siempeviva!”
Vuestra entusiasta voluntad reclama,
Y cariñosa con amor os llama,
Y os brinda sus columnas con placer.
Sacudid la inacción, alzad la frente,
Lenvantad con orgullo la cabeza,
Y podremos decir con entereza
Que alcanza cuanto quiere la mujer.[4]
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Romance
La Siempreviva. N° 11. 1870.
Orillas de un arroyuelo
Que lindo prado regaba
De los céfiros mecida,
De las aves halagada,
Una nítida diamela
Graciosa se columpiaba,
Esparciendo por do quiera
Su delicada fragancia.
Prendados de su belleza,
De su hermosura y su gracia,
El ruiseñor y el jilguero
Su tierno amor le cantaban.
Ella cándida y modesta
Que sus cantos escuchaba
Se inclinaba dulcemente
Y sus pétalos cerraba.
Desdeñados los cantores
De su lado se alejaban
Y al aire daban las quejas
Que la flor les rechazaba.
Un tierno lirio, que airoso
Luciendo sus ricas galas
Entre las flores del prado
Orgullosos se ostentaba;
Ve que la blanca diamela
Pudorosa se recata
Esquivando las caricias
De las aves que la cantan;
Y doblándose en su tallo
Al soplo fugar del aura,
Mezcla su dulce perfume
Con el de la rosa blanca.
La rosa cual de las aves
Quiere esquivar su mirada…
Pero sus nítidas hojas
Con las del lirio se enlazan.
Sus bellas tintas la aurora
Tierna sobre ellas esmalta,
La mañana las sonríe,
Riega el arrollo sus plantas,
Y felices y dichosos
El lirio y la rosa blanca,
Dan aromas al ambiente,
Al prado esplendor y gala.
Envidiando la ventura
De las dos flores galanas,
La madre –selva que sola
Se mecía en la enramada,
Entre el lirio y la diamela
Enreda sus verdes ramas:
Y gozándose en su triunfo
A las dos flores separa.
Mírase la florecilla
De su caro amor privada,
y en las linfas del arrollo
Sepulta sus hojas blancas.
La ve con dolor el lirio
Sumergida entre las aguas
Con la madre –selva, en vano
Luchando para salvarla;
Y doblega tristemente
La mísera flor su planta;
Mientras que la madre-selva
Contempla a la par ufana,
Marchitando el tierno lirio,
Y muerta la rosa blanca.
Oh! la envidia, cuantas veces
A los amantes separa,
Cual madre-selva, enredando
Entre las flores sus ramas.[5]
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Resignación
La Siempreviva. N° 22, 1871.
¡Qué veces he escuchado a mis amigos
Murmurar a mi oído estas palabras!
¿Qué tienes? ¿por qué lloras? ¿por qué sufres?
¿Por qué los ojos condolida bajas?
¿Por qué reclinas con dolor la frente
Debiendo con orgullo levantarla?
¿Por qué en vez de reír con nosotros,
tristes suspiros con dolor exhalas?
¡Ay Dios mío, Dios mío! Cuánto daño
Le causan estas frases a mi alma!
¿Pedirme a mí sonrisas, cuando apenas
Puedo alzar de la tierra la mirada;
Para implorar del cielo mi agonía
El plácido consuelo de las lágrimas!
Enhorabuena los que son felices
Rían a su placer, a carcajadas.
Déjenme a mí llorar, soplo llorando
Se mitiga la angustia que me afana.
Yo no puedo gozar. Gloria…laureles…
Cuantos goces el mundo me brindara…
¿Bastarían quizá, para volverle
A el alma mía, la perdida calma?
¿La gloria… el porvenir cuando aun apenas
No cumplimos tres lustros yo contaba,
Ávida de encontrar el placer y dicha
Fijé en el porvenir tierna mirada,
Y en vez de hallar en su volumen de oro
La frase halagadora de esperanza…
Con caracteres dobles miré escrita
Por la mano misteriosa otra palabra.
Jamás, leía en su primera hoja,
Jamás, jamás, en su postrera página.
Ahogando los sollozos de mi pecho
Quise huir de aquel sitio la mirada…
Sentí desfallecer el alma mía,
Humedecerse mi mejilla pálida…
Y en vano fue. Mis empañados ojos
En aquella palabra se fijaban,
Cual si quisiese mi mortal angustia
Borrarla para siempre con mis lágrimas.
¿Cuántas horas pasé sola, Dios mío!
Devorando mis penas y mis ansias,
Sin que una voz amiga en mi agonía
Un consuelo siquiera me brindara!
Sucediéndose una en pos de otra
¡Ay! las horas pasaban y pasaban…
Y al sentirlas marcharse para siempre
Mayor era mi pena y más lloraba.
Y al pasar otra hora…dentro el pecho
Sentí caer un bálsamo de calma,
Y una voz escuché que repetía
Con dulcísimo acento esta palabra:
Resignación, resignación…! De entonces
Devoro mis dolores resignada,
Sin pensar otra vez en el futuro
Fijar la vista de llorar cansada.
Qué me importa a mí, dichas, placeres?
¿Qué espero yo del mundo? Nada, nada.
Un consuelo no más tengo en la vida
Que mis agudos sinsabores calma.
Un consuelo dulcísimo que el cielo
En mi angustiado corazón derrama:
¡Ay! Llorar con dolor sobre la tumba
En que yacen mis muertas esperanzas[6].
Crítica Literaria
“Mujer de claro talento y de cultura excepcional, alma tocada del divino afán de la belleza, Rita Cetina logró arrancar más de un acorde feliz a la vieja lira de Safo; pero su verdadero mérito, el firme pedestal de su gloria, es haber sido la primera modeladora de ese hermoso tipo femenino, alma presta a todas las abnegaciones, inteligencia abierta a todas las corrientes del progreso, que se llama la maestra yucateca”.
Eduardo Urzáiz Rodríguez
Historia de la Educación Pública desde 1911. Enciclopedia Yucatense, T. IV, P.151
[1] Diccionario de escritores de Yucatán. Roldán Peniche Barrera. Gaspar Gómez Chacón.. Ed. por Instituto de Cultura de Yucatán junto a la Cámara de Diputados, LVIII Legislatura. 2003. P. 50-51
[2] Extraído de http://www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx/archivos/periodicos/La_Siempreviva._Revista_Quincenal/18_de_marzo_de_1871.pdf
[3] Extraído de http://www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx/archivos/periodicos/La_Siempreviva._Revista_Quincenal/15_de_febrero_de_1871.pdf
[4] Los vuelos de la rosa. Mujeres en la poesía de Yucatán. Rubén Reyes Ramírez. Ed. por el Instituto de Cultura de Yucatán. 2005. P. 56 -7.
[5] Op. Cit. Los vuelos de la rosa. Mujeres en la poesía de Yucatán. P.57, 58 y 59.
[6] Op. Cit. Los vuelos de la rosa. Mujeres en la poesía de Yucatán. P. 60, 61, 62.