Duch Gary, Irene
(1947-2008). Licenciada en Pedagogía y escritora. Nació en Mérida, Yucatán. Estudio en el Colegio Ana María Medina y en la Preparatoria N°1 de la Universidad Autónoma de Yucatán. Sus estudios profesionales los realizó en la Facultad de Filosofía de la UNAM (1970-74). Fue auxiliar de investigación en el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa de la UNESCO de 1972 a 1974; Directora Didáctica y Orientación Pedagógica del Departamento de Educación Pública del Estado de 1974-1975; Subdirectora técnica de la Escuela Normal Superior de Yucatán y Asesora pedagógica de la Preparatoria Felipe Carillo Puerto de Motul (1975).
Impartió cátedra y realizó trabajos de investigación sobre la enseñanza para diversas instituciones oficiales y académicas. Autora de manuales de metodología administrativa y pedagógica. Escribió el libro de poesía “Si abril y el viento” y coautora de “Poemas de octubre” y “Espejo de presagios”, colectivos de Ediciones Platero. Sus trabajos han sido publicados en las revistas “Páginas”, “Signos” e “Integración”. [1]
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Selección de Los vuelos de la rosa: Mujeres en la poesía de Yucatán.
Reyes Ramírez, Rubén. Compañía Editorial de la Península, Mérida, México (2005). P. 163- 170.
DICE LA ROSA
Yo escucho a la rosa hablar.
Me devuelve la emoción,
perdida en la incertidumbre
del tiempo fugaz de una estrella.
Y se siente la vida palpitándolo todo.
Y la rosa se impregna del color de la sangre.
La mirada se extiende
-transparencia absoluta-
y las manos deshacen la pasión entumida.
Las entrañas pregonan su más humano vuelo,
sucumbe la soledad
y el viento es un canto unido
que levanta la esperanza
y reconquista la paz.
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DE LA TIERRA
De la tierra, tus manos,
raíces sometidas al diluvio,
renacen viento,
huracán desentrañando la vieja oscuridad
y abriendo sauces,
diseminados en alondras vigilantes
que atraviesan la herida del silencio
y se consumen en las horas
detenidas
en el vértigo inconsciente,
testigo secular del harapiento monte.
Y la vaina maltrecha
sacude sus enjambres
enmieleciendo la noche del murmullo
y la sombra.
La alcántara secreta
reverdece
en el olmo cristalino de la piel
labrando enredaderas
que trascienden las arcanas vestiduras
del aliento
enmohecido a solas
privado del camino de los sueños,
arquitectos del espacio humano
que transforma la savia en renacida sangre
de esperanza amotinada
en la entraña dolorida de esta tierra.
Aún el dolor rasga la ropa
y el grito queda erguido en la memoria
-vigía y símbolo-
como piedra en el tiempo construyendo la vida.
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NOCHE AUSENTE
Noche ausente,
hemisferio de luz que vienes
al encuentro de mi cuerpo de universo
sangriento y milenario.
No hay reposo en tu mirada,
ni en tu espejo habitado por fantasmas,
compañeros del viento y de los pájaros.
A lo lejos
un murmullo escondido te pregona
un rumor de luceros
acrecienta mis sentidos,
sacude mis entrañas.
Quién pudiera detenerse en tu horizonte alado,
permanecer oculto en el vértice más limpio de tu aurora,
abrir los ojos en la empinada cuesta
de tu espiral eterna.
Como si, de pronto,
la piel se desdoblara en mil estrellas,
en miles y miles de fragmentos transparentes
y se extendiera por el cielo
y se quedara ahí
moldeada en la líquida silueta de tu espacio.
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CRISTAL DE MARIPOSAS
Desde mi sitio, marginal y frío,
salgo a recorrer,
serenamente,
los jardines de mi infancia.
Cómo florecen los besos
y las manos extendidas cobijando las auroras;
como corre el resplandor de una estrella
bajo las flores del llanto,
mientras la risa
-cristal de mariposas-,
se levanta
para acunarme en su vientre
universal sobre el tiempo.
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ORFEBRE DE LA PIEL
Si abril y el viento, 1987.
Trasciende mi ser para tocar tu alma,
cuerpo de luz,
imagen transparente,
en el instante en que la piedra milenaria
renace en alarido de victoria
sobre el cielo abandonado del último suspiro
y la última derrota.
-¡Capitán de los silencios!
¡Orfebre de la piel!
Alquimia de los besos…
Y la sangre, látigo en la sien,
amenazando la ruptura del invierno,
fuego obstinado que crece sepultando la noche,
incendiando las sombras que socavan mi cuerpo.
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LA SEÑAL DE NUEVAS VIDAS
25 de marzo de 1998.
Nunca viste brillar en los ojos de la muerte
la señal de nuevas vidas,
de remotos lugares donde la soledad nos pertenece,
nos hace suyos,
y se respira el silencio de la luz intensa
sobre el rostro de la noche.
Acaso sobre el arduo bregar de la jornada
se adivina, incontenible, la bienaventurada paz
que nos espera en el límite del tiempo.
Y nos prepara para el encuentro definitivo,
éxtasis de la palabra evocada en recuerdo del ausente,
manantial de serenos cauces recorriendo las fronteras del olvido
y socavando, en el dolor, las esperanzas.
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BEBO DEL MAR
16 de marzo de 1994.
Bebo del mar
la transparencia de sus aguas
el azul de su profunda intensidad.
Toda su sal
adentrándose en mi cuerpo,
toda su sal
hasta las márgenes del sueño.
Ninguna partícula me es ajena,
pertenecen al sanguíneo torrente de mis ansias,
están en mí
con la fuerza de su oleaje
y la infinitud de sus eternos horizontes.
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EN EL MAR HAY ESPEJOS
20 de abril de 1994.
El espejo es un refugio
de las horas
que pasan por encima del mar
y se acurrucan, cautas,
sobre el arenal de la intemperie.
En el mar
hay espejos de algas y peces
por donde las miradas se encuentran
y renacen
Los ojos del fondo de la noche están despiertos.
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VIVIR SIN OÍR TU VOZ
2 de septiembre de 1996.
Vivir sin oír tu voz,
agonía en la memoria de las horas,
despertar con la última palabra de un amanecer tardío.
No mirar la deshojada rosa de tus labios
que resurgen tenues al contacto con mi piel.
Beber por última vez la fragancia de sus pétalos,
inmemorial deleite,
súbito palpitar de la aguas bautismales,
iniciación al olvido de la carne.
Y conquistar para los dos
el canto de la soledad en un jardín que la tarde cobije.
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NO HA LLEGADO TU CANTO
No ha llegado tu canto a mis oídos,
pequeño pájaro
de tierno palpitar
y trinos
que armonizan las notas de los árboles.
Pero te siento tan cerca,
anidándome,
que cada mañana irrumpes
en el cristal de mi pecho
y saludas,
con tu gracia matutina,
la alcoba donde se guarda
entre espinos
una flor.
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EL AGUA DE MI CUERPO
Sangre de amor me cabalga,
jinete de volutas
recorre cada esquina
de mi geografía impenetrable.
Se adhiere al llanto,
participa del bullicio
y arremete contra toda incertidumbre.
Es el agua de mi cuerpo, fuente
de donde bebe
amor
mi amado.
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HA MUERTO LA FLOR
Hoy se ha muerto la flor.
Aún persiste su haz
rondando las sombras
del baúl que esconde mis harapos
y mis viejas ataduras.
Como un caracol que asoma
por la muralla del tiempo
la luna me está mirando con su túnica de otoño.
Afuera, las golondrinas.
Tierra adentro,
al abrigo de las hondas cicatrices,
nace un silbo
atravesando el silencio.
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EL VIENTO, EL MAR Y LOS RECUERDOS
Ceniza en flor, 2003.
Quiero poder decir un día:
Yo viví
con la sencilla transparencia de una alondra
y nada tengo más que el viento,
el mar
y los recuerdos.
De mis manos el barro
se fue en verso
palabra con palabra construyendo mi vida
y ahí quedó
grabada en la memoria de la rosa.
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Selección de Astillas de luz[2]
Mi corazón, semilla
No es sobre el rostro del mundo,
ni sobre el profundo laberinto del misterio
que encuentro tu mirada,
Es en mi corazón donde se posa
-semilla que alumbra mi costado-
y renueva la sangre
la voz
y la palabra.
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La vida a veces
La vida, a veces
nos hace el milagro de repetirnos
en otra mirada,
en las manos que dibujan nuestro rostro
hecho de incienso
y de lumbre,
de relámpago certero
de claridades.
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En la vigilia discreta del amanecer
Cuántas vidas en una sola vida.
Cuánta luz en cada sepultura,
y sin embargo, el tiempo no dice
cuándo se desgrana el ser para sí mismo
y cumplir su destino inacabado,
incierto.
¿O es el destino del otro
el que nos acompaña en cada despertar,
en la vigilia discreta del amanecer,
en el reposo
y en la vorágine de la palabra desnuda?
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Por el cáliz errante del espejo
La semilla luz,
laboriosa,
que de antiguo emprende
la vívida batalla por día,
hoy descansa,
yerta,
-con un incontenible murmullo de penumbra-
en los laberintos alados del naufragio.
Memoria navegando,
sola,
por el cáliz errante del espejo.
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En los ojos vacíos de la tarde
Hay días, como hoy,
que llevo
todo el dolor del mundo en la mirada,
agostándome la sombra hasta el filo del relámpago.
En la tierra, gotas de ausencia,
máscaras de espuma,
junto serpenteando
en los ojos vacíos de la tarde.
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Profeta de los sueños
Siempre será corta la vida
para el viejo profeta de los sueños.
La esperanza, sobre el mar,
ave que emprende
el imaginario vuelo de las olas
donde los equilibristas
dibujan la aventura de la niebla
y trazan, en el viento, su destino itinerante.
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Los alquimistas del silencio
En el tiempo de otros tiempos,
marejada que envuelve la noche,
vinieron a acunarnos
los alquimistas del silencio.
Mi voz
quiere volver al manantial de la intemperie
y mirarse,
desnuda,
en la fugaz incertidumbre de la llama.
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Crítica Literaria
Palabras Luminares
de Astillas de luz
3.
“Luz y dolor se unen y se imbrican en esta poesía. No es el dolor contenido sino el expresado con lucidez: es el dolor/luz que puebla el mundo y lo hace tocable, humano: se oyen las preces por el último suspiro, canta en su escritura. O este otro verso: crecen los muertos bajo un cielo áspero.
“Y es que escribir sobre el dolor y el sufrimiento nos transfigura y nos hermana con el ser sufriente, que en su intimidad vive el volcán agrio de la desdicha en carne propia. Ese cantar humaniza al poeta y lo hace partícipe primordial de las incandescencias del mundo en las que el dolor de esta poesía crece, llena de referentes sobre el sufrimiento. Y es en esa lucidez que el poeta acompaña también a todos los seres ofendidos por el dolor en el cuerpo y puede decir:
Hay días como hoy,
que llevo
todo el dolor del mundo en la mirada...
“En esta queja vallejiana está contenida toda la desolación y el dolor de la poesía, la mirada que enfrenta al mundo y de pronto lo comprende y lo hace suyo en su forma más íntima y pura. Nos dice también :
Siempre será corta la vida…
Sólo un minuto en los anchos e insondables caminos del Universo: un solo minuto, ni uno más, aunque se vivan dos o tres vidas verdaderas: un solo minuto en la vida de todos.
Sólo soy un minuto de carne doliente,
y llaga viva al contacto con el aire…
Roger Campos Munguía[3]