Fernando Espejo Méndez
Nació en Mérida de Yucatán en 1929 y murió en el 2007. De formación autodidacta, en 1951 con un grupo de jóvenes escritores, sobre todo cuentistas y poetas, fundó en Mérida el colectivo y la revista literarios “Voces Verdes”, que marca su paso generacional en la trayectoria de nuestra poesía.
Ha sido secretario de redacción y director del suplemento cultural del “Diario del Sureste”. Se ha dedicado a la publicidad y a la dirección cinematográfica. En esta actividad ha obtenido distinciones tales como el “Premio Hollywood Annual Award” y el “León de Plata” del Festival de Cannes. Es director general de la compañía “Cine Creativo”.
En 1984 es finalista para el premio “Xavier Villaurrutia”; en 1987 recibe la Medalla Yucatán y en 1993, la “Eligio Ancona”. El dramaturgo Salvador Novo lo incluyó en su obra “Mil y un sonetos mexicanos” (Ed. Porrúa, 1963).
En la poesía de Fernando Espejo habitan en una fina armonía los giros y expresiones del español que se habla en Yucatán. En “La flauta y el caracol” expresa líricamente los acentos de la tierra a través del soneto; y en “Un salitre lejano” recoge sus nostalgias y afectos por su entrañable territorio existencial.
Obra poética: “La flauta de la caña”, 1960; “Como un antiguo caracol”, 1978; “La flauta y el caracol”, 1984; “Mérida poro por poro”, 1992; “Un salitre lejano”, 1993 y “Cal y canto”, 1993, así como notables artículos periodísticos.[1]
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Selección de La voz ante el espejo: Antología general de poetas yucatecos[2]
El azúcar
Hacia tu corazón y a mis colmenas
ansiosas de tu miel, voy y regreso
y me revuelvo y zumbo por tus venas
para libar tus flores en un beso.
Apenas si tú puedes con el peso
del racimo de néctares, apenas…
y entre tus labios voy viviendo, preso
de la miel que atesoras y almacenas…
Porque en tu cuerpo nace la dulzura
y a donde va lo dulce, vas y dejas
un sabor de alfeñique y confitura…
Oh, dulcísima dueña de mis quejas,
se va a morir de azúcar tu cintura
como la flor que sueñan las abejas.
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La lluvia
Por el postigo, hacia el jardín de enfrente
te estoy mirando, hermano limonero.
Unos cuantos limones en tu frente
beben el agua azul del aguacero.
Desploma el cielo gris su monedero
sobre el tinglado, dispendiosamente
y escandaliza un árbol pajarero
que se ha vuelto una jaula de repente.
Y mientras salgo de mis vestiduras
y me visto de lluvia, con un traje
que me desviste el alma y las honduras,
giro y bailo de amor, vuelto ramaje
y a pie y desnudo, ya sin ataduras,
me voy, me doy, me soy… puro paisaje.
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La tarde
Caminas por la playa.
Te va peinando el viento
como una ola que en el mar se peina.
Cae tu pelo
y la noche va cayendo por tu espalda.
Miro al cielo,
casi lo toco de tan encendido
y un regazo
de estrellas es tu falda.
Sólo queda
un pedazo
de sol
se va, se ha ido…
se puede oír el respirar del alma
y todo se quedó como dormido.
Fuera de mi ansiedad
todo está en calma.
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El silencio
Yo soy, aquí
un párvulo del sueño
ornado con el mínimo llanto de los niños,
con la efímera voz de las mujeres
que hablan construyendo una casa de pan,
de azúcar y sillones…
Tocaron a la puerta
las personas, las voces, las esquinas y las calles abiertas…
¿Nada aún para mí?
…Nada más la costumbre de luz que hay en los pájaros,
un regreso sin nadie,
y el ser nativo de este país de lánguida tristeza…
Ahora, diminuta paloma sustraída,
afinando el oído
he de buscar tu voz
en la íntima boca de las flores…
¿Cómo entender la hermética frase de los lirios?
Me voy junto a la tarde,
hasta el fondo del día
y donde cae
con un poco de arena diluida, grano a grano,
y juegan en el parque las palabras de siempre…
Ahí me estoy, mirando…
En la destituida altura de las nubes.
¿Qué es lo que hace tu rostro?
Humo y luz…
Luego, siempre, la noche
al final de las calles,
deshojando de amor, pétalo a pétalo,
una estrella que muere entre mis manos.
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La flor
Si te parece
puedes llevarte todo esto que me estorba
e irte…
Recogiendo las hojas de la niebla,
la ventana cerrada
y la luz encendida…
Llévate, si las quieres,
la mesa puesta,
la pluma destapada y la tarde de otoño.
Todo eso.
Yo tengo todavía el libro abierto
la fecha carcomida
y las palabras.
Ahí están,
además, son cosas tuyas.
Si te gusta el violín, te lo regalo
lo mismo que la flor
y los recuerdos.
Para cuando regreses ven sin nada.
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La creación
Tú y yo
inauguramos con nuestros pies la tierra.
Hubo de ser durante el sueño:
el despertar, estabas tú, la esposa,
entre los brazos, nada más…
Me acuerdo del principio…
Todo era como el humo
y sucedía que solamente había frío.
Algunos se atrevían a decir en voz muy baja
¿Por qué no traéis pájaros?
Fue entonces
cuando tú ayudaste a las estrellas
y a las palomas, entre otras cosas,
a nacer.
Oh, tú, la vigilante de las flores,
jardinera del mundo…
por el cuidado de tus manos
todo fue entonces agradable a los ojos.
Y comenzó a amanecer.
Entonces, simplemente, el corazón se regocijó.
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Siempre
Mérida, poro por poro, 1992.
Mérida, por la rosa de los vientos
y por los cuatro puntos cardinales,
por mis cinco sentidos, los cabales,
y por los cuatro, antiguos, elementos.
Mérida siempre, en todos los momentos:
se sube a mis presiones arteriales
y viaja con mis cartas credenciales
en el golpe de voz de mis acentos.
Mérida huele a todo lo que huelo,
me sabe a vino cuando pruebo el vino
y es una nube blanca en cualquier cielo.
Su súbita memoria me desgarra
y hacia ella salgo por cualquier camino
a la primera cuerda de guitarra.
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El mar
Quiero ahora tener la noche larga,
la tarde lenta, la mañana en tedio
y amar junto a la mar, la mar amarga,
con el tiempo a mitad como intermedio.
Quiero tener por solo haber, la carga
de mi hambre y mi sed, y hallar remedio
como el ave que, en vuelo, el ala alarga
sobre la ola, por caer en medio.
Mi misma novia por la misma esquina,
el mismo amor, para cuando me halle
por aquella tristeza vespertina…
y un perro que me ladre y que se calle
cuando sienta mi olor de alga marina
y un pedazo de mar por bocacalle.
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Cenote Zací
Un salitre lejano, 1993.
Bañar el corazón, cenote hermano,
-estalactita del desasosiego-
bañar desnuda el alma, a ver si luego
el agua ya está al tanto del verano.
Bajar, del sol tomado de la mano,
hasta tu verde-azul en fiebre y fuego,
hasta tu oscuridad donde el pez ciego
es sólo el habitante más cercano…
Naufrago, como yo, su luz a flote,
el sol va navegando en la frescura
sobre otro sol que va por el cenote,
y el agua, tan redonda y tan poliedra,
danza y en la emoción se transfigura
la estalactita en lágrima de piedra.
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Crítica Literaria
Su poesía es celebratoria, apegada a la vida y “hacia algunas de las maravillas que nos rodean, las más sencillas, las más cotidianas, las más esenciales… hecha con las más bellas palabras, con las que cada día nos sirven para designar las cosas del mundo que se confunden con nuestra vida”, como ha escrito Álvaro Mutis.
Poesía de luminosa presencia y de sensibilidad plástica por lo íntimo, es el corazón el que anima su palabra (…) Su poesía está llena de elementos primordiales: agua, sal, pájaros, sed, árboles, espigas, flautas, luz, sonoridad constante y palabras hechas a la medida de las cosas que nombra. Maestro del soneto, sus sonetos de la sal fueron incluidos por Salvador Novo en el libro Mil y un sonetos mexicanos, 1963.
Roger Campos Munguía. Antología poética inédita.
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