Andrés Quintana Roo

(1787-1851) Político, periodista y poeta. Héroe insurgente, nació en Mérida y falleció en la capital de la República. Fue alumno brillante en el Seminario Conciliar de San Ildefonso. En 1808 se trasladó a la Ciudad de México donde cursó leyes en la Real y Pontificia Universidad de México. Trabajó en el despacho de Agustín Pomposo Fernández, tío de Leona Vicario, con quien contraería matrimonio. Se incorporó al movimiento insurgente en 1812, y ocupó los puestos de Diputado, Senador, Magistrado de la Suprema Corte de Justicia y Subsecretario de Relaciones Exteriores. Aunque nombrado, no desempeñó el cargo de Ministro Plenipotenciario de México en París y Londres. Participó en las negociaciones sobre los límites fronterizos con Estados Unidos; presidió la Asamblea Nacional Constituyente que hizo la Declaración de Independencia en 1813; y colaboró en la redacción de la Constitución de Apatzingán. En 1841 fue comisionado por el Gobierno Central para arreglar la reincorporación de Yucatán a la nación. Fue masón del grupo Yorkino y fundó el periódico “El Federalista Mexicano” en 1831. Difundió sus ideas en el “Semanario Patriótico Americano”, “El Ilustrador Americano”, “El Correo de la Federación” y publicó poesía en el “Diario de México”. En su faceta literaria, su poema más destacado es la “Oda al 16 de Septiembre”, de tema político y que figura en las antologías nacionales. Sobre el poeta declaró Menéndez y Pelayo que “era elevado su pensamiento, noble y correcta su versificación”. Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres de México.[1]

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Oda a la Independencia

Poetas yucatecos y tabasqueños, 1861.

Ite, atl; egregias animas, quae sanguine nobis

Hanc patriam peperere suo, decorate supremis

Muneribus…

(Virgilio, Eneida, L. XI)

Renueva ¡oh musa!, el victorioso aliento

Con que, fiel de la patria al amor santo,

El fin glorioso de su acerbo llanto

Audaz predije en inspirado acento:

Cuando más orgulloso

Y con mentidos triunfos más ufano,

El ibero sañoso

Tanto ¡ay! en la opresión cargó la mano,

Que el Anáhuac vencido

Cantó por siempre a su coyunda uncido.

“Al miserable esclavo (cruel decía)

Que independencia ciego apellidando,

De rebelión el pabellón nefando,

Alzó una vez en algazara impía,

De nuevo en las cadenas

Con más rigor a su cerviz atados

Aumentemos las penas

Que a su última progenie prolongadas,

En digno cautiverio

Por siglos aseguren nuestro imperio.”

“¿Qué sirvió en los Dolores, vil cortijo,

Que el aleve pastor el grito diera

De libertad, que dócil repitiera

La insana chusma con afán prolijo?

Su valor inesperto

De sacrílega audacia estimulado,

A nuestra vista yerto

En el campo quedó, y escarmentado

Su criminal caudillo,

Rindió ya el cuello al vengador cuchillo.”

“Cual al romper las Pléyades lluviosas

El seno de las nubes encendidas,

Del mar las olas antes dormidas

Súbito el austro altera tempestuosas;

De la caterva osada

Así los restos nuestra voz espanta,

Que resuena indignada,

Y recuerda, si altiva se levanta,

El respeto profundo

Que inspiró de Vespucio al rico mundo”.

“¡Ay del que hoy más los sediciosos labios

De libertad al nombre lisonjero

Abriese, pretestando novelero,

Mentidos males, fútiles agravios!

Del cadalso oprobioso

Veloz descenderá á la tumba fría,

Y ejemplar provechoso

Al rebelde será, que en su porfía

Desconociere el yugo

Que al invicto español echarle plugo.”

Así los hijos de Vandalia ruda

Fieros claman cuando el héroe augusto

Cedió de la fortuna al golpe injusto;

Y el brazo fuerte que la empresa escuda,

Faltando á sus campeones.

Del terror y la muerte precedidos,

Feroces escuadrones

Talan impunes campos florecidos

Y al desierto sombrío

Consagran de la paz el nombre pío.

No será empero que el benigno cielo,

Cómplice fácil de opresión sangrienta,

Niegue á la patria en tan cruel tormenta

Una tierna mirada de consuelo,

Ante el trono clemente

Sin cesar sube el encendido ruego,

El quejido doliente

De aquel prelado, que inflamado en fuego

De caridad divina,

La América indefensa patrocina.

“Padre amoroso, dice, que á tu hechura,

Como el don más sublime concediste,

La noble libertad con que quisiste

De tu gloria ensalzarla hasta la altura,

¡No ves á un orbe entero

Gemir, privado de excelencia tanta,

Bajo el dominio fiero

Del execrable pueblo que decanta,

Asesinando al hombre,

Dar honor a tu escelso y dulce nombre?”

“Cuanto ¡ay! en su maldad ya se gozara

Cuando por permisión inescrutable.

De tu justo decreto y adorable

De sangre en la conquista se bañara,

Sacrílego arbolando

Le enseña de tu cruz en burla impía,

Cuando mas profanando

Tu religión con negra hipocresía,

Para gloria del cielo

Cubrió de excesos al indiano suelo!”

“De entonces su poder ¡cómo ha pesado

Sobre el inerme pueblo! ¡Qué de horrores,

Creciendo siempre en crímenes mayores,

El primero á tu vista han aumentado!

La astucia seductora

En auxilio han unido á su violencia:

Moral corrompedora

Predican con su bárbara insolencia,

Y por divinas leyes

Proclaman los caprichos de sus reyes.”

“Allí se vé con asombroso espanto

Cual traición castigado el patriotismo,

En delito erigido el heroísmo

Que al hombre eleva y engrandece tanto,

¿Qué más? en duda horrenda

Se consulta el oráculo sagrado

Por saber si la prenda

De la razón al indio se ha otorgado,

Y mientras Roma calla,

Entre las bestias confundido se halla.”

“Y qué cuando llegando se creía

De redención el suspirado instante,

Permites, justo Dios, que ufana cante

Nuevos triunfos la odiosa tiranía?

El adalid primero,

El generoso Hidalgo ha perecido:

El término postrero

Ver no le fué de la obra concedido;

Mas otros campeones

Suscita que redimen las naciones.”

Dijo, y Morelos siente enardecido

El noble pecho en belicoso aliento;

La victoria en su enseña toma asiento;

Y su ejemplo de mil se ve seguido,

La sangre difundida

De los héroes, su número recrece

Como tal vez herida

De la seguir, la encina reverdece,

Y más vigor recibe,

Y con más pompa y más verdor revive.

Mas ¿quién de la alabanza el premio digno

Con títulos supremos arrebata,

Y el laurel más glorioso á su sien ata,

Guerrero invicto, vencedor benigno?

El que en Iguala dijo:

Libre la patria sea, y fuelo luego,

Que el estrago prolijo

Atajó y de la guerra el voraz fuego,

Y con dulce clemencia

En el trono asentó la Independencia.

¡Himnos sin fin á su indeleble gloria!

Honor eterno á los varones claros

Que el camino supieron prepararos

¡Oh Iturbide inmortal! á la victoria.

Sus nombres antes fueron

Cubiertos de luz pura, esplendorosa;

Mas nuestros ojos vieron

Brillar el tuyo como en noche hermosa

Entre estrellas sin cuento

A la luna en el alto firmamento.

¡Sombras ilustres, que con cruento riego

De libertad la planta fecundasteis,

Y sus frutos dulcísimos legasteis

Al suelo patrio, ardiendo en sacro fuego!

Recibid hoy benignas,

De su fiel gratitud prendas sinceras

En alabanza dignas,

Más que el mármol y el bronce duraderas

Con que vuestra memoria

Coloca en el alcázar de la gloria[2].

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Crítica Literaria

“Consideramos a D. Andrés Quintana Roo como el primer yucateco poeta. Fue más escritor político, fogoso tribuno, notable polemista, gran patriota y poeta de carácter nacional. Su pluma, ardiente y brava, sirvió para extender y alimentar el ideal de la Independencia; para censurar con valor y civismo los actos de Iturbide, autocoronado; para comentar con solidez los orígenes de nuestro sistema legislativo parlamentario, y elevar a la eminencia de su cabeza nevada y majestuosa de relevante jurisconsulto.

…Quintana Roo fue una inagotable fuente de vida y de acción. Es muy difícil separar su biografía de su bibliografía y dentro de su obra, tampoco es fácil desmembrar su faz política de su semblante poético, mutuamente incrustados como dos expresiones gemelas de un solo temperamento”.

José Esquivel Pren[3]



[1] Diccionario de escritores de Yucatán. Peniche Barrera, Roldán y Gaspar Gómez Chacón. Compañía Editorial de la Península, México. 2003. P. 127.

[2] La voz ante el espejo. Antología general de poetas yucatecos nacidos en el siglo XIX. Reyes Ramírez, Rubén .Tomo I. Yucatán, 1998.P. 47-52.

[3] Enciclopedia Yucatense. Tomo V. Historia de la poesía, la novela, el humorismo, el costumbrismo, la oratoria, la crítica y el ensayo. José Esquivel Pren. Gobierno de Yucatán. 1977. P. 361-2.