Cervera Espejo, Alberto

(1929- 1985) Abogado, poeta, periodista y hombre de teatro. Nació y murió en Mérida. Egresó de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Yucatán; se integró a la Judicatura local y fue Juez y Magistrado; representó al Departamento de Teatro del INBA en el sureste de México y en la Delegación del IMSS impartió clases de teatro. Fundó con otros poetas jóvenes de Yucatán el grupo literario “Voces Verdes”, así como la revista del mismo nombre en 1951. Posteriormente fue director de los suplementos culturales “Letras Yucatecas” del Diario del Sureste y “Artes y Letras” de Novedades de Yucatán. Viajó a Cuba y escribió un libro de sus experiencias en ese país. Colaboró en las revistas nacionales “Cuadernos de Bellas Artes” del INBA y “Tramoya” de la Universidad Veracruzana, entre otras. Obtuvo un premio de la Asociación Nacional de la Publicidad por la mejor columna periodística en 1972 y otro del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa. Fue alumno de dirección teatral con el maestro Salvador Novo; actor y luego director del grupo de teatro experimental La Casona; ejerció la crítica teatral con un alto sentido de la ética. Dirigió un diario vespertino y dos programas de televisión. Utilizó el seudónimo “Alceres”. Su bibliografía comprende “El derecho constitucional en Yucatán” (1954), “Lección y ejemplo de Juárez” (1968), “La obra legislativa del Gral. Salvador Alvarado en Yucatán” (1972), “Reflexiones sobre el teatro experimental” (1973), “El Teatro de la Revolución en Yucatán” (1973), “Historia morrocotuda de mi viaje a Cuba” (1976), “Poemas, versos y otros fantasmas” (1977), “Tres en un acto”, que incluye: Graciela, Otra vez como antes, El señor Juez y aquellos viejos árboles como nido (1977); “Cuando despierten los hombres mayas” (Poema, 1978), “Corriendo telones” (ensayos teatrales), “Poemas de sangre y amistad” (1980), “Mínimo canto para Miguel Hidalgo” (1981), “La poesía de la Revolución en Yucatán, De sangre y amistad” (Homenaje 1987) y “Las Cantinas de Mérida”. Redactó también en colaboración con Leopoldo Peniche Vallado la actualización de la historia del teatro en Yucatán para la reedición de la Enciclopedia Yucatanense. Recibió en 1979 la Medalla Yucatán[1].

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Selección de La Voz ante el Espejo[2].

Cuando despierten los hombres mayas

Despertarán la tierra por el Norte

y por el Poniente, Itzam despertará…

Chilam Balam de Chumayel.

I

El silencio

Ahí están ellos,

los Hombres Mayas.

Hombres de noches sin estrellas,

de pasos sin sendero,

sin luces ni sonajas.

De ojos inmóviles y antiguos,

de gritos y mazorcas,

de raíces y de lágrimas.

Así son, así fueron

los Hombres Mayas.

Bajo el cielo

sus perfiles de estatuas

se agigantan.

Bajo las viejas

jorobas vegetales

de sus casas

gimen a un ritmo de angustia

sus hamacas.

II

La voz

Los Chilames, esos hombres del alba

que saben de los astros y la arcilla,

y del cielo y del surco y de la llama

han hablado en sencillas,

proféticas palabras

estremecidas

de algún tiempo cercano

a estas horas del llanto

que viven cada día.

Será el tiempo del canto y de la brisa;

será el tiempo en que los ríos

de riberas escondidas

acecharán horizontes

e irán besando a las milpas.

Será el tiempo en que nazcan

erizos sin espinas

y venados sin nervios

y lechuzas de risa.

“-Cuando los látigos verdes

sucumban bajo las milpas

y debajo de los árboles

ronquen las sombras dormidas

-han dicho los Chilames

con sus ásperas lenguas estremecidas-;

cuando nazcan armadillos

bajo el sol del medio día

y cuando a los ídolos rotos

se les llenen las mejillas,

entonces la tierra maya

verá su vientre sembrado

de mazorcas y de risas;

y habrá resplandores verdes

en los ojos de las niñas

y habrá gigantes prendidos

en los senos de las indias”,

han dicho los Chilames

con sus ásperas lenguas

estremecidas.

III

El despertar

Así está escrito en el aire de sus almas

y así será cuando el tiempo llegue;

y entonces serán los indios

altivos como palmas;

y entonces serán los indios

tan claros como lámparas;

y entonces serán los indios

sencillos como hamacas.

Y cuando el tiempo llegue

el mismo viejo tiempo

limpiará sus canciones y sus voces,

hará escapar los rayos, la cólera y las llagas

y los ojos del indio clarearán como el agua.

Cuando despierten, los ojos del tigre del Castillo

despedirán destellos

y el caracol de guerra retumbará a lo lejos.

Y cuando llegue el tiempo

se vestirán los mayas con sus vestidos viejos,

las olvidadas plumas serán rumores nuevos

y el brillo de sus ojos

romperá los espejos.

IV

La esperanza

No le tendrán miedo ni al rayo ni al centauro

ni a las barbas espesas ni al cacique que impera.

Serán fuertes sus brazos, y sus bocas sonoras

serán torres del canto en sus hombros de tierra.

Serán niñas sus manos y de leche sus dientes.

Desbocarán ansiosos la esperanza de América

y tendrán la sonaja del tamarindo seco

y la ágil pelota de la jícara entera.

Serán de nuevo hombres de granito y de bronce

que edificaron templos y lanzaron estrellas,

que saben de equinoccios y solsticios y eclipses,

que en Chichén hasta al eco le pusieron cadenas.

Ya nunca volverán las angustias y el hambre,

ni las imprecaciones ni las turbias miradas;

habrá luz en el aire, y las lenguas del indio

serán húmedas playas de voz americana.

Y Maní, la del nombre que es tristeza y es llanto

sacudirá sus piedras y alzará sus espaldas

y la verán los mayas creciendo su estatura

y acariciando el aire de la nueva mañana.

V

Invocación

Cuando los mayas despierten

con sus canciones a cuestas

sus voces, ecos y cantos

envolverán a la tierra.

Así está escrito en el tiempo.

Tiempo redondo y sin penas

ha de llegar a la frente

de los Hijos de las Ceibas.

Así está escrito en el aire.

Aire perfumado y claro

han de respirar los hombres

envueltos hoy en la niebla.

Así está escrito en las almas

de las piedras y los templos.

Así está escrito

desde los remotos tiempos.

Nos lo dice el viento.

Nos lo dicta este horizonte

de agitación, de calma y de presagios

que ya nos crece adentro.

Así será. Esperemos en silencio.

Esperemos. Esperemos que ya llega,

con su manantial de trinos,

el final de las tinieblas.

(Historia de la literatura en Yucatán, Tomo XVI, 1975)

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Mínimo canto para Miguel Hidalgo

(fragmento)

II

Martirio

Negras manos de fraile lo persiguen;

lo acosan extraños pájaros;

pardas interrogaciones se le asoman.

Se le cae la noche sobre el hombro

y sus brazos se quiebran

y se quiebran sus ojos planetarios,

pero su grito sigue volando por el aire,

más allá de escaleras y atalayas,

persiguiendo a las nubes, remontando pirámides,

más allá de montañas y jinetes,

lejos de su cuerpo, que se agita

gimiendo entre claveles.

Negras manos de fraile lo destrozan;

Negras manos oscuras como túneles

le maldicen las uñas y los dientes,

le maldicen la lengua y la mirada

y maldicen la rota paloma de su pecho,

sus piernas y su boca.

Lo maldicen entero y caminante

y a cada parte de su recio cuerpo,

pero la maldición entre los dientes

se les vuelve veneno irremediable.

III

La cabeza en la Alhóndiga

Aérea jaula de sueños ya la cubre;

aérea jaula de alambres la protege.

Cercenada en el aire que la envuelve

tiene una alada rebelión de pájaro.

Para verla, campesinos fecundos van llegando

y las voces del viento se le acercan

para avivar su fina cabellera de lámpara.

Van cayéndole nardos y semanas,

y sonrisas y besos pertinaces,

van llegando Morelos y volcanes,

mariposas y abejas desoladas,

y los niños se acercan a mirarla

mientras la niebla de sus ojos canta.

Aérea jaula de sueños la circunda,

aérea jaula de sueños y de luna

va creciendo en la Alhóndiga del Llanto.

En ella han convergido los lirios y los surcos,

y las peregrinaciones con las piedras sangrantes.

Pero no hay, no hay, amigos, no hay virrey

con muecas de sonrisa,

ni verdad alambrada con reptiles.

IV

Himno final

Hoy te besa constante el horizonte,

Capitán de los Pájaros.

Persistes como amor recientemente hallado

o como dulce llanto.

Todo lo llenas tú con tu sonido;

vas llenando alcancías

y lagos de perfume,

vas fabricando júbilo y banderas

como celeste árbol.

Vas llenando de voces catedrales de arena

y estás en los jardines construyendo corolas,

junto a las escuelas y en los campanarios

llenos de viento y viajes y palomas.

Junto a ti ya se agolpan los nidos y los sueños

y los nardos nupciales y los niños;

con tu voz van creciendo colibríes,

azucenas ocultas y poblados,

y por ti los mineros minerales

con sus soles nocturnos se sonríen.

Desde ti van huyendo los nopales

y se apagan las voces de los niños que gimen,

y mueren los patíbulos y los cementerios

y se van mezquitales de angustia donde crecen

niños de pulque y miedo,

y jacales perdidos donde el llanto gotea

y la muerte penetra por sus grietas aullando.

Todo lo hiciste tú por esta Patria

llena de libertades que soñaste y soñamos,

colmada de aleluyas y colores,

cubierta de mujeres y de cántaros,

donde la risa crece, y las canciones crecen y las voces.

Patria tuya y fecunda de laurel rescatado,

larga de sementeras y ajena de relámpagos;

presurosa y bendita por tus manos,

como una niña tímida, que con su esposo ensaya

sus párvulos abrazos.

Ya está cerca la hora de tu sueño soñado.

Descansa.

Ya hay sonrisas creciendo junto al aire de un trompo,

ya hay amapolas blancas que crecen sin espanto

y van multiplicándose

las milpas del milagro.

Duerme, reposa y canta,

Capitán de los Pájaros,

Hidalgo.

Mayo de 1953.

(Poemas, versos y otros fantasmas, 1977)

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Los niños

Hay muchos niños en mi calle.

Los he visto crecer pulgada por pulgada

y sonrisa a sonrisa,

con oportunos intermedios de lágrimas,

y también de porrazos y estrenos de patines.

Oigo risas casi todas las mañanas

en que la luna sucumbe ante el sol inoportuno.

Entonces los niños ríen más,

corren por mi calle,

pero sé que añoran

a la luna, a la que llevan a todas partes

cuando van por el parque,

mirándola entre los árboles nocturnos.

No hay niño que no se pregunte qué es la luna

ni poeta que no se haga una pregunta idéntica.

La ciencia le ha quitado a la luna su poesía,

pero la luna sigue ahí, hechizando a los niños

con sus múltiples caras, siempre cambiantes.

El lado oscuro de la luna

es un poema no escrito.

Espero que jamás se escriba,

porque la poesía estriba

en el misterio

de lo nunca dicho.

En lo soñado o en lo presentido.

Hace algunas noches una niña,

al pasar por su casa en mis caminatas nocturnas,

me pregunto mi nombre. Se lo dije y le pregunté el suyo.

Me lo dijo.

“… Son bonitos nombres, ¿verdad?”, agregó sonriendo.

Y sin necesidad ninguna

los dos nos sentamos en la acera

para ver, saliendo de las nubes, a la luna.

(Poemas de sangre y amistad, 1980)

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[1]Diccionario de escritores de Yucatán. Peniche Barrera, Roldán y Gaspar Gómez Chacón. Compañía Editorial de la Península, S.A de C.V. México, 2003. P.50.

[2] La voz ante el Espejo. Tomo II. Reyes Ramírez, Rubén. Instituto de Cultura de Yucatán, México. 1995. Pp. 85- 93.