(1857-1901?) Poeta. Nació en Mérida y murió en París. Estudió el bachillerato en el Seminario de San Ildefonso. Sus versos fueron publicados con el seudónimo de Milk, en periódicos y revistas como “El Eco del Comercio”, “Álbum Literario” y “Artes y Letras”. En la Ciudad de México circularon sus poemas en publicaciones como “Revista Nacional de Letras y Ciencias”, “El Tiempo”, “La Revista Azul” y “El Mundo Ilustrado”. Residió en París donde se relacionó con importantes personalidades literarias de su época. Escribió un solo libro: Romances líricos, elegías y romances de amor (1893) editado en Mérida, reeditado en la Ciudad de México en 1895 y de nuevo en 1923. La Universidad Nacional del Sureste lo publicó en el suplemento de su boletín[1].
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Selección de La Voz ante el Espejo[2].
Elegía I
La oración de la tarde
Al Sr. D. Eduardo González Gutiérrez
(fragmento)
II
Es la hora triste que inunda
de anhelos vagos el alma…
el momento en que el espíritu
cual leve aroma se exhala;
y mi corazón doliente
copioso llanto derrama,
que anubla el rayo divino
de la inmortal esperanza!
Reza alma mía
que pura y cándida,
es la oración suavísimo perfume
que enaltece el dolor y lo embalsama!
III
Soy como una ola armoniosa
que lenta muere en la playa…
soy como una hoja caída
que el viento fugaz arrastra…
mi espíritu se corona
de suspiros y de lágrimas,
y rotas al polvo caen
de la inspiración las alas!
Reza alma mía,
que pura y cándida,
infunde la oración secreta la fuerza
al espíritu débil que desmaya!
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A la luz de la luna
Romance
(fragmento)
Con soberano esplendor,
radiante sube la luna
por el cielo, claro abismo
de aire azul y blanca espuma;
mientras el sol destronado,
moribundo se sepulta
en las sombras de la noche,
de su luz, mágica tumba.
Hojas y flores el aura
bate con el ala pura,
y hoja por hoja las mueve,
y flor a flor las columpia;
y los campos aparecen,
al resplandor de la luna,
en un manto sutil envueltos
de refulgentes espumas.
Y al armonioso compás
que las cadencias regula
de la máquina del orbe,
asoman una por una
las estrellas silenciosas
gotas de luz en la bruma,
chispas de fuego en la sombra,
diáfanas, altas y puras.
Todo es paz!... todo misterio
en la soledad profunda
del cielo, cristal divino
cuya inmensidad augusta,
asombro es de blanca luz,
mudo pasmo de hermosura,
maravillosa beldad,
cuyo resplandor deslumbra!
¡Alma inmortal, alma mía,
que con las alas te encumbras
de la esperanza, que infunde
vida a la muerte en la tumba,
rompe tus lazos terrenos,
pues ya tu dulce ventura,
sobre el mundo, del dolor
en las sombras se sepulta!
Levántate ya!... mas ay!
voz de infinita dulzura,
cual tierno y poster gemido
de quien muere, leve zumba,
y como alma de esa voz,
surge una blanca figura,
que me mira y que se va,
doliente, pálida y muda.
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Romances de amor
(fragmento)
III
Amé la luz tranquila
de la callada luna;
las sombras de la noche,
la agreste soledad;
amé el ciprés al borde
de solitaria tumba,
las hojas que se caen,
las nubes que se van.
Heló mi sangre ardiente
la hiel del infortunio…
de mi esperanza muerta
la luz se disipó;
y como rama estéril
del árbol desprendida,
mi espíritu en el polvo
sus alas abatió.
Hoy en el árbol seco
brillantes reverdecen
las hojas de esmeralda,
bañadas por el sol;
y en el ramaje trémulo
la luz de tu mirada,
reanima el yerto cáliz
de mi esperanza en flor.
VI
Es alta noche… y en tanto
que en el muelle y cándido lecho,
yaces, oh niña, rendida
al blando yugo del sueño,
y todo es paz en tu alma
y luz en tu pensamiento,
y bajo el nevado encaje
tranquilo late tu pecho,
yo sólo, lánguido y triste
como un árbol en invierno,
sombrío como la duda,
cauteloso como el miedo,
al pié de tu amante reja
con planta medrosa llego,
y de la dura ventana
beso temblando los hierros.
Duerme, duerme… nunca sepas
el amargo desconsuelo,
del alma que se consume
con la fiebre del deseo.
Duerme, amor mío, y arrullen
la blanda paz de tu sueño,
las ilusiones hermosas,
los adorables recuerdos,
las dulcísimas palabras
que adivina el sentimiento
mientras al pié de tu reja
en planta medrosa llego,
y de la dura ventana
beso temblando los hierros.
Al templo que se levanta
de tu morada no lejos,
donde rezas elevando
tu mente pura a los cielos,
pensativo muchas veces
me dirigí a paso lento,
llevando tu dulce imagen
en el fondo de mi pecho.
Allí a solas… de la luna
al moribundo destello,
a la sombra de los árboles
que pueblan el atrio inmenso,
contra el muro silencioso
oprimí el ardiente pecho,
llamándote inconsolable
con hondísimo lamento,
profundo como mis penas,
como mi amor lastimero.
¡Cuántas veces en el atrio
de aquel silencioso templo,
mientras con largo zumbido
pasaba ligero el viento,
azotando el pardo muro
y resonando a lo lejos,
envuelto en aquellas sombras
de soledad y misterio,
con honda melancolía,
con profundo desconsuelo,
quise morir… y escuchando
el murmullo de tu aliento,
romper mi laúd destemplado
de tu ventana en los hierros,
y exhalar del pecho mío
la ardiente llama en un beso!
Es alta noche!... en el aire
resplandecen los luceros,
desvelados atalayas
en el azul firmamento.
Brilla la luz de la luna
con moribundos reflejos,
y en los árboles del atrio
zumbando resuena el viento
Duerme, amor mío,
mientras con planta cautelosa llego
al pié de tu ventana;
enferma el alma… desgarrado el pecho.
IX
¡Paloma de los campos
de pardos ojos y ligeras alas,
lánzate al aire y llega
a donde es ida el alma de mi alma!
Llévale mi tristeza
y el desvelado afán de mi esperanza,
y dile que me muero
sin ver la luz de su gentil mirada.
Y cuando cariñosa
acaricie tus plumas delicadas,
y en su regazo blando
para dormir te ocultes fatigada,
infúndele en el pecho
de mi ternura la infinita llama…
y llévale este beso,
paloma de los campos, en tus alas.
(Romances líricos, elegías y romances de amor, 1893)
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Crítica Literaria
Sobre su poesía el crítico de El Mundo Ilustrado y contemporáneo de Milk, Manuel Larrañaga Portugal, expresa: “Juanes, ante todo, ha impreso en el bronce indestructible de su poética labor, el carácter duradero, el rastro indeleble de su vigorosa e inconfusa personalidad, pues a nadie imita y aparece rigurosamente individualizado” (Peniche: 2003).
La poesía de Milk, y especialmente sus elegías, tienen una atmósfera de clasicismo y romanticismo. De Juanes G. Gutiérrez, Ignacio Manuel Altamirano comentó: “Milk, en mi concepto, es un poeta. Su inspiración es un manantial que se desborda. Tal es la espontaneidad que caracteriza sus versos. El ritmo, la rima, el género literario, todas las trabas de escuela parecen estorbarle… Es de los que no necesitan del consonante o del asonante, del metro mismo para ser poetas (carta al pintor Juan Gamboa Guzmán, 1888, incluida como presentación de su poemario)” (Reyes: 1995).