Febles y Cantón, Julia Dominga
Julia Dominga Febles y Cantón (1870-1940) Poetisa y periodista. Nació y murió en Mérida. Empleó el seudónimo de Julia en sus colaboraciones para los periódicos “La Revista de Mérida”, “El Eco del Comercio”, “Pimienta y Mostaza”, “Artes y Letras” y “El Mosaico”. Parte de su producción lírica fue reunida en un libro titulado “Poesías”, con prólogo de José Peón Contreras (1900), quien la consideró de gran nivel al igual que el poeta Salvador Rueda y el novelista Juan Valera. Menéndez y Pelayo la definió como una de las más importantes poetisas de su tiempo en América. Fue simpatizante de la Revolución Mexicana, como muchos literatos de esa época y se distinguió por ser una de las primeras mujeres yucatecas que a través de su poesía expresó con altura la sensibilidad femenina. Fue elegida por Alfonso Cravioto y Agustín Loera y Chávez para integrar una antología de escritores revolucionarios en 1916. La muerte de su pequeño hijo en 1894, ensombreció definitivamente su temática. Hay indicios de que falleció en la miseria y el olvido[1].
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Selección de La Voz ante el Espejo[2].
En la sombra
En aquella planicie blanca y fría,
aún me buscan tus ojos, ¡qué locura!
¿Cómo, si se extinguió la luz del día,
has de encontrarme en la tiniebla oscura?
Esa figura tétrica y doliente
que ves pasar y que al pasar te nombre,
si aún conserva mis ojos y mi frente,
si algo tiene de mí, sólo es mi sombra.
Mi sombra sollozante que suspira
dejando atrás sus sueños de ventura,
sombra que al mundo grita: “¡son mentira
tus placeres, tu gloria, tu hermosura!”
“Eres un mundo de miseria y lodo,
un mundo de imposturas y de cieno,
un mundo al que aborrezco de tal modo
que con decir tu nombre me enveneno”.
No tengo nada ya sobre la tierra,
rota está la cadena de la esclava;
¡ah! la esperanza que mi pecho encierra
como un lucero en el azul se clava!
Coronada la frente con abrojos
y en el espacio azul los ojos fijos,
llevo llenos de lágrimas los ojos
y en un hato los huesos de mis hijos.
Sola y en pie sobre la enhiesta altura
espero el alborear de eterno día
y aún me buscan tus ojos, ¡qué locura!
¡en aquella planicie blanca y fría!
1896
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Romance
(fragmento)
I
Es alta noche; la luna
no ha suavizado la sombra,
y apenas en el espacio
se esparce la luz remota
de los astros, que semejan
blancas flores de la gloria.
Están las calles desiertas,
en calma la ciudad toda,
más de una casita humilde
alguno vela en la alcoba.
Es una alma sin consuelo,
es una mujer que llora
dolores que no se curan,
penas que no la abandonan,
ni con el fulgor del día
ni de la noche en la sombra.
II
De pronto, rasgado el aire
en tenues, sutiles ondas,
como canto de sirenas,
como arrullo de palomas,
como una lluvia de piedras
las más brillantes y hermosas
que entremezcladas con perlas
cayeran en áurea copa,
como suspiros de brisa
en el cáliz de las rosas,
confusión inexplicable
de melodías y aromas,
se oyó una voz que cantaba…
voz tan pura y armoniosa,
que una a una cual saetas
iban al alma sus notas!
IV
Si su destino implacable
hizo tan negras sus horas,
ciñó su frente de espinas,
su seno hinchó de congojas;
¿Cómo quieres ya que sueñe
del amor con las auroras?
¿Ya cómo volar podría
si tiene las alas rotas?...
¿cómo ha de exhalar perfume
si están marchitas sus hojas?
V
El discurso de sus días
sólo es comparable a gotas
de hiel, de líquido plomo,
a aguda espada traidora
que atravesándole el pecho
más y más la herida ahonda.
1897
(Poesías, 1900)
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Crítica Literaria
Acerca de su poesía, el crítico Rubén Reyes Ramírez nos dice que en ella “se aprecia una marcada influencia del modernismo”. (Peniche:2003)
En “Pimienta y Mostaza”, Mérida, 3ª época, 1903, página 5, se dio cabida a su poema inédito “Miniatura”, y se dice de ella: “Libre de amaneramientos y convenciones, en sus obras se refleja su temperamento, tal cual es, y su franca y hermosa ingenuidad llena de frescura, las flores de su ingenio, no obstante que brotan al calor que en sus ojos y su fantasía encendió este sol tropical, a cuyo influjo nacieron también los ensueños que llora deshojados en sus poesías. Por mucho tiempo fue un ruiseñor que se contentaba con oír a las otras aves; pero una desgracia, la pérdida de su hijo, la hirió profundamente, y como Balart a la muerte de su Dolores, sintió la necesidad de gemir; y sus gemidos de entonces fueron la revelación de un caudal artístico que, amargado por cierto pesimismo dulcificado por la fe, perfuma el manojo de sus versos”. En este párrafo se alude al poema “Corazón”, en 23 partes, en el que da rienda suelta a un caudaloso dolor maternal, humana, profunda y bellamente expresado en estrofas endecasílabas preferentemente, que luego rompen la monotonía en diversos metros. No es monocorde, como ocurre con la mayor parte de nuestras poetisas, que no abandonan la cuerda erótica, así pesen sobre sus hombros los fardos de la senectud. Al contrario, Julia pulsa toda la gama del sentimiento, y no es ciega a la belleza del paisaje, ni sorda a la voz de una discreta filosofía mundana… (Enciclopedia Yucatanense, Tomo V, Gobierno de Yucatán, México, 1977. P. 478).