Abud Pavía, Gustavo
(n. 1954) Antropólogo, investigador y poeta, nacido en Mérida, estudió la licenciatura en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán y la maestría en Desarrollo Curricular en la Universidad Pedagógica Nacional, especializándose en Formadores para Técnicos de Desarrollo Rural en el Centro Studi Agricoli de Lucca, Italia. Analista en Desarrollo de Recursos Humanos y Capacitación en Banrural de 1980 a 1986; subdirector técnico del Archivo General del Estado de Yucatán durante 1991; director de Haz: Productividad y Aprendizaje, S. C. entre 1993 y 2000; también ha sido profesor-investigador en la Universidad Pedagógica Nacional (Unidad Mérida). Fue becario del gobierno de Italia en 1994 y de la Fundación Telmex en 1997. Fue presidente del Colegio de Antropólogos de Yucatán, A. C. Su inclinación por la literatura lo ha llevado a publicar los poemarios “Rasgando el aire” (1984) y “Señales de navegante” (1994); su obra aparece comentada en “La voz ante el espejo. Antología general de poetas yucatecos” (ICY/ 1995). Tiene artículos de investigación histórica y antropológica publicados en ediciones colectivas y revistas especializadas locales y nacionales; su obra narrativa aparece en diversas publicaciones de la prensa local y en la revista “Páginas”. Ha participado como ponente y conferencista en eventos académicos y culturales y como colaborador en la Enciclopedia “Yucatán en el tiempo”. Asimismo, ha realizado investigación hemerográfica e historias de vida sobre emigrantes españoles y libaneses a la Península de Yucatán durante el porfiriato y los primeros años del siglo XX[1].
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SELECCIÓN DE LA VOZ ANTE EL ESPEJO[2]
Anciano remolino
Hay sentimientos;
hay sueños convertidos en plegarias
y palabras simples que suenan a campanas,
a fiesta de pueblo viejo.
Hay poemas y lamentos de amor,
madrugadas que huelen a piel
y atardeceres de lluvia y ranas.
Hay rostros blancos
que en perfiles luminosos transforman sus rasgos
y ropas que se lucen como auroras de una primavera
que trina en una rama solitaria.
Hay amantes,
y hay quien sólo cree serlo;
quien se acuesta cubierto de escarcha
y hacia adentro se sumerge en puntos negros.
Qué puede un pensamiento gestar desde su cueva
si no el hambre de sus sentidos?
Qué espera inquieto en su rincón
apagado?
Hay quien llora por un amor que aguarda,
como flor sin su abejorro
como aquel que se consume y teje sueños
con agujas despuntadas.
El amor está en las manos
que buscan un cuerpo, o varios;
está en la garganta riendo a solas
o gimiendo.
A veces se le encuentra acechando por los labios
y se pasea triunfal por los poros
¡cómo un rey que se adueña de las cosas
que habitan su tierra!
Y hay pasiones
lamiendo las heridas abiertas en las almas blandas,
navegando en el silencio,
llegando hasta los gritos que se cascan
en las paredes rotas que encierran cuerpos transparentes.
Es un torrente que todo lo arrastra
atizado por vientos que entorpecen
las alas suaves de las mariposas.
Hay amores que crecen como robles, siempre fuertes,
y otros menos grandes que se pegan a las piedras como
musgo;
y amores flacos que se gastan lentamente
hasta volverse espectros umbríos, esqueletos.
El amor, anciano y tramposo remolino.
(En Rasgando el aire, 1984)
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Elena ante el espejo
Elena otra vez en el espejo
Espía en sus ojos
La mujer no existe
Sólo el transitar de incertidumbres
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…Que no se dice
Después del infortunio podemos
retornar puros al Olimpo y aceptar
que Zeuz y Oscar Wilde son
el mismo amor que no se dice
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Cuerpo ante cuerpo
Hoy en los riachuelos
Cuerpo ante cuerpo
La víbora nos navega el caudal
De Adán y Eva
(Señales de navegante, 1994)
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