Zorrilla Trujillo, Ovidio
(1841-1907) Poeta. Según Ignacio Rubio Mañé, nació en Chiapas y muy joven pasó a radicar a Mérida donde vivió el resto de su vida. Murió en Mérida el 15 de agosto de 1907. Publicó sus primeros poemas en cuadernos, de los que sólo se tiene noticia por medio de una referencia que hace en la introducción de su primer libro conocido. Publicó un “Diccionario del lenguaje de las flores”, donde recogió composiciones suyas y de otros autores yucatecos, mexicanos y españoles. Colaboró en “La Revista de Mérida”, “El Repertorio Pintoresco” y “El Álbum Meridano”. Su obra poética está contenida en dos volúmenes.
Obra poética:
-Poesías líricas, 2ª. Ed.; Imprenta de J. Espinosa e Hijos, Mérida, 1866; con prólogo de Francisco Sosa; 182 págs.
-Versos, Imprenta Gamboa Guzmán, Mérida, 1898, con prólogo de Fernando Juanes G. Gutiérrez; 63 págs.[1].
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SELECCIÓN DE ANTOLOGÍA DE POETAS DE YUCATÁN[2]
EL ABANICO DE SÁNDALO
I
Tras los supremos deleites
tras el bien que ambicionamos,
dice el mundo que el olvido
agita veloz sus pasos;
que la ventura es un sueño;
y es un fantasma el engaño
que en cada sonrisa oculta
un raudal de acerbo llanto.
Cruel es el mundo a fe mía,
mas no me alcanzan sus fallos;
muy lejos siempre del mundo
menosprecié lo mundano.
Herido de honda tristeza
caminé siempre al acaso,
sin más norte que el recuerdo
de mis recuerdos más caros.
Heme aquí junto a la tumba,
junto al recinto sagrado
que no a mis ojos te esconde
ni me abisma en sus arcanos.
Heme aquí, niña, de hinojos
ante el lúgubre epitafio
que con tu nombre me arranca
el corazón a pedazos.
¡Sólo estoy! Quiero distante
de la ambición y el sarcasmo,
apurar de las congojas
el triste cáliz amargo.
Quiero pensar en que un día
me hallé dichoso a tu lado,
y a tus prendas y a tu historia
quiero erigir un santuario.
II
Cuando las sombras invaden
los horizontes, dejando
de sus ocultas moradas
los tristes, fúnebres antros;
y el astro rey abandona
con majestuoso aparato
nuestro hemisferio, y se eclipsa
entre celajes dorados;
en esas horas solemnes
en que a la mente el pasado
y el porvenir se aglomeran,
y sin querer suspiramos;
en esas horas sin nombre
de ansiedad y de quebranto
en que es cruel toda memoria,
todo recuerdo es infausto;
se cierne en mi pensamiento
tu eterna imagen, y en llanto
baño las cifras doradas
de tu abanico de sándalo.
III
Prenda feliz…! ¡Cuántas veces
entre tus cándidas manos
blandamente se agitaba
sobre mi rostro abrasado!
¡Cuántas veces interpuesto
del sol ardiente a los rayos,
veló tu faz hechicera
o la ocultó al vulgo falso!
¡Ay! aún mi idea importuna
la noche me finge, cuando
por vez primera bendije
su perfume regalado.
Aún aquel cielo contemplo
sereno, límpido, claro,
y oigo el rumor delicioso
de aquellas brisas de mayo.
¿Recuerdas? ¡Qué de ilusiones,
qué de paraísos forjamos,
en las regiones divinas
de lo imposible extraviados!
¡Qué de plácidas quimeras
tan grato ensueño arrullaron,
qué de inefables deliquios
vertió en nuestra alma a su paso!
Pero voló aquella noche,
perdióse entre sombras y llanto,
y quedé solo en el mundo
con tu abanico de sándalo.
IV
¡Sí! Tú al partir, cariñosa
me lo enviaste, y nunca ingrato,
si el corazón es un ara
sobre el corazón lo guardo,
¿Podrá esta ausencia importuna,
que se goza en separarnos,
de la amistad más sincera
romper los estrechos lazos?
¿Podrá de la muerte airada
la negra, pérfida mano,
arrancar a mi memoria
tu recuerdo idolatrado?
¡Oh mi bien! mi dulce amiga,
mi sola ilusión, mi encanto,
¿qué bastará a separarte
de mi mente un breve rato?
Brilla tras lóbrega noche
risueña el alba; los campos
de suave color matiza
lluvia hermosa de topacio;
alegres gorjean las aves;
voluptuoso y perfumado
el céfiro peregrino,
por entre juncos y cardos,
en alas del eco esparce
rumor delicioso y vago;
sonríe naturaleza,
la está el cielo el cielo contemplando!
Todo amor respira ¡ay triste!
mientras que abatido y pálido
muerta al gozo mi esperanza,
beso con trémulos labios
las adorables reliquias
de tu abanico de sándalo.
V
Y si la luna apacible
reina en el cielo, y sus rayos
bañan mi frente marchita
al peso del desencanto;
si la lumbre bienhechora
da esplendor al terso lago
y a la cándida belleza
de los lirios y los nardos;
si sobre el césped mullido
desfallezco fatigado
y piadoso al fin el sueño
vela un instante mis párpados
mi alma, la pobre mártir,
las prisiones quebrantando
que al poste vil la sujetan
de lo accesible y lo humano,
a lo infinito se lanza
de un espacio en otro espacio;
y en la confusión perdida
de nebulosa y de astros,
siempre huyendo de la tierra,
al cielo siempre volando,
entre el delirio y el sueño,
tras inefable letargo,
en la visión se extasía
de su dulce bien amado.
Transfiguraba, radiante,
en los purísimos lampos
de luz celeste inundada
y eterno hosanna entonando,
vuelve absorta a contemplarte
junto al solo ser increado,
embalsamando la gloria
con tu abanico de sándalo!
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Crítica Literaria
Fue un poeta por excelencia elegíaco (…) Más afortunado que algunos otros grandes poetas yucatecos de aquel tiempo, publicó dos tomos de versos. El primero, “Poesías Líricas”, alcanzó dos ediciones, cosa inusitada en el género poético en Yucatán, por aquellos años; la segunda, aparece “corregida y aumentada por el autor, conteniendo además varias composiciones inéditas, y con un prólogo escrito por D. Francisco Sosa”; y el segundo “Versos de Ovidio Zorrilla”, es una elegante edición, hecha con un gusto exquisito y prologada por la no menos exquisita pluma del poeta yucateco Fernando “Milk” Juanes G. Gutiérrez (…) Desde luego, puede verse que es Ovidio Zorrilla mucho más fecundo que sus antecesores, como poeta lírico, aunque cabe decir que aquéllos, como Cisneros y Aldana, cultivaron otros géneros, como el drama y la prosa, en tanto que Zorrilla fue exclusivamente un lírico elegíaco, que obtuvo mucha celebridad (…) Zorrilla era un eterno descontento. No es de extrañar, pues, el tono quejumbroso de absolutamente todos sus versos (…) En toda la obra lírica de Zorrilla no se encuentra nada de cepa yucateca; fue un largo, constante e invariable cantor de la tristeza, que no tiene patria; su lira monocorde, uniformemente igual, sin altos ni bajos que la hagan variada, tiene la monotonía de los paisajes desolados, de los páramos, de los desiertos; su poesía se antoja a veces demasiado seca, y como que produce sed en los labios y en el espíritu (Enciclopedia Yucatanense, Segunda Edición. Tomo V. Gobierno de Yucatán. México, 1977. Pp.402-405).