(1894-1978) Abogado, poeta y ensayista. Nació y falleció en Mérida. Se recibió de abogado en Mérida en 1930. Desempeñó la cátedra en el Instituto de Extensión Universitaria y en la Escuela Preparatoria de la Universidad de Yucatán. Fue asimismo maestro de literatura e historia del teatro y de la danza, en la Dirección General de Bellas Artes. Ocupó también diversos cargos en el Poder Judicial del Estado. Colaboró con la revista “Provincia” y en el suplemento cultural del “Diario del Sureste” en diversas épocas. Usó el seudónimo de Ángel Guerra. Obtuvo el primer premio en un concurso de sonetos (1921) convocado por la empresa del Salón Montejo de Mérida; ganó un certamen poético estudiantil (1926) y, en el mismo año, le correspondió un premio en la ciudad de México por su libro de poemas “Las acuarelas del suburbio”; en los V Juegos Florales de Yucatán (1927) obtuvo accésit a la Flor Natural su poema “Canto a Valladolid”. Publicó, además, los siguientes libros de versos: “La ciudad sedienta” (1928), “Los caminos ilusionados” (1928), dos poemas: “Rebelión y agave” (1945), “Canto a la Revolución Mexicana” (1954), El tiempo que se quedó en las manos (1952) y Mérida en la entraña (1978)[1].
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SELECCIÓN DE ANTOLOGÍA DE POETAS DE YUCATÁN[2]
MERCADER DE DONCELLAS
Mercader de doncellas de Etiopía
a quienes sólo el oro de ti arranca,
véndeme aquella esclava que tenía
la carne negra, pero el alma blanca.
Por aquella mujer que poseía
del cuervo el pecho y de la cabra el anca,
mercader de doncellas, te daría
toda mi vida apasionada y franca;
y las riquezas de mi pedrería;
y si pudiera más, me arrancaría
el corazón como un rosal se arranca…
Mercader de doncellas de Etiopía,
véndeme aquella esclava que tenía
la carne negra, pero el alma blanca…
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LA MESTIZA
Es menuda y garbosa Soledad la mestiza;
es su boca bermeja y es su tez de avellana.
¡Cómo esplenden sus áureas joyas de filigrana
en el terno estampado los domingos de misa!
Hasta el sol para verla se queda en la cornisa.
Con sombrero de huano y zapatos de grana,
¡qué bien baila la típica y rumbosa jarana
en las fiestas vaqueras donde es gala su risa!
Son sus labios sabrosos como fruta sureña.
Negro lunar prestigia su mejilla sedeña,
y engalana el zorongo un lazo de alegría.
¡Con qué lindo donaire, con qué grácil decoro
lleva el fino rebozo, hecho en Santa María,
y las alas abiertas de abanico de oro!
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EL VASO DE VINO
Había acabado el cabaret su orgía,
dejando en todo desoladas huellas.
En las mesas, vacías, las botellas,
como cadáveres de la alegría.
En los muros la luz ya se moría,
en el cristal lloraban las estrellas,
y un aire, envenenado de querellas,
temblaba, en el silencio, todavía.
Sólo un vaso de vino en una mesa,
cual si fuera a bebérselo el destino,
esperaba quién sabe qué sorpresa.
Tal vez fue el invitado un peregrino
que, en la sed de su angustia y su tristeza,
se bebió su dolor… y dejó el vino!
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EL INCÓGNITO
Del abismo, del mar o del infierno,
quién sabe, pues, de dónde procedía
aquel extraño caminante eterno
que, sin decirme nada, me seguía.
¿Quién era, pues, aquel que día a día,
tornaba mi ansia de la suya esclava,
y que si me paraba, se paraba,
y si corría yo, también corría?
Tenía luz de tedio en la mirada.
Quise abrazarlo, en medio del sendero;
mas, de pronto, al incógnito viajero
le vi alejarse sin decirme nada.
Y se perdió en la noche, en el abismo…
Quise alcanzarle, pero no podía.
¡No sé por qué yo pienso todavía
que aquel triste viajero era yo mismo!
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EL HOMBRE QUE LLEVAMOS ADENTRO[3]
Cuando la ciudad, de pronto, se llena
de noche, y la gente se queda dormida,
¡quién sabe a qué hora la calle serena,
tranquila, callada, se lleva mi vida!
La noche, en la calle, retiene el aliento,
y va de puntillas, sin hacer ruido,
como anda en el cráneo nuestro pensamiento
y como en las venas va andando el latido.
Escucho en mí mismo la voz del camino
que tiembla en el ruido que marca mi paso.
¡Soy como un reloj que mueve el acaso
y que ha de pararlo, de fijo, el destino!
Con piel de tinieblas los hombros me abrigo.
Yo marcho sin rumbo, sin ruta ni trazos.
La calle serena me lleva consigo,
me lleva, me lleva sin pies y sin brazos.
Yo no me doy cuenta de nada, de nada:
calle, tiempo y sombra son todo lo mismo.
Y todo en mi vida va en esa jornada
también caminando lo mismo, lo mismo.
Me ciega la noche; no pienso, no encuentro
a qué antro el destino me lleva tampoco.
El hombre que todos llevamos adentro
me enseña un camino con ojos de loco.
La calle camina cansada, perdida,
entre la tiniebla que todo lo escombra.
La calle, que es sombra, se lleva mi vida,
se lleva mi vida que es sólo una sombra…
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SELECCIÓN DE MÉRIDA EN LA ENTRAÑA. POEMARIO[4]
Las Colonias de Mérida
ESPERANZA
Verde, tan verde como la esperanza,
esta colonia se abre en el oriente
con sus claras casitas del presente
y sus jardines donde el sol descansa.
Parece que la vida se remansa
en el tranquilo y soñador ambiente,
y canta y ama y ríe ansiosamente
como en una amorosa remembranza.
Se diría que está cual dibujada
por una mano sabia y delicada
toda floresta en el confín distante,
y cuando vierte el sol su tinta gualda
es cual medalla de oro y esmeralda
esta grata colonia apasionante.
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VICENTE SOLÍS
Populosa colonia meridana
ofrece cual polícromo florero
el romántico aroma placentero
de las rosas que junta la mañana.
Y en su extensión gallarda y soberana
es la palmera un parasol campero
y el flamboyán que es siempre tempranero
con purpurinas flores engalana.
Y en las tapias se ven enredaderas
que el viento va agitando cual banderas
cual si hubiera una fiesta de colores,
y cada casa en tal policromía
se dijera que es nido de alegría
en el que ríen todos los amores.
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SANTA ROSA
Esta colonia se quedó rosada,
rosada, rosada, como una airosa
rosa en la tarde y la mañana rosa
y como linda rosa está encantada.
Y cuando el sol da alguna pincelada
y necesita una pintura hermosa
baja a la colonia Santa Rosa
y allá pinta de rosa la alborada.
Se diría que es mágica paleta
de colores para un pintor poeta
que pinta nidos de ilusión y amores.
Y cuando la ciudad, viva y ansiosa,
busca algún bello búcaro de flores,
halla búcaro y rosa en Santa Rosa.
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FRANCISCO I. MADERO
Este rincón lejano del Poniente
que nunca ríe cuando canta el viento,
tiene quién sabe qué resentimiento
que le entristece el corazón latente.
Cada casita un ansia tal vez siente
de que tenga un feliz florecimiento,
y hasta el sol, que es guardián del firmamento,
cuando va a este lugar nubla la frente.
Hace falta con músicas que ría
y tenga fiestas de policromía
donde cante la vida y la alegría,
y en la noche lunar sea un joyero
en donde luzca el alma de un lucero
esta colonia Francisco I. Madero.
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DELIO MORENO CANTÓN
Con el nombre de un alto personaje
esta colonia de áureos resplandores
se distingue cual ánfora de flores
que la amistad regala en su paisaje.
Y de sus árboles bajo el ramaje
ofrece nidos de ilusión y amores
por el garrido afán de sus creadores
que a la obra dieron su feliz coraje.
Nunca pide limosnas a la vida
sino al contrario, con bondad erguida
reparte ricas dádivas de amores,
y al caminante que cansado llega
a este lugar el corazón le entrega
en la sonrisa de sus moradores.
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CASTILLA CÁMARA
Qué soñadora una casita blanca
en la colonia plácida Castilla,
donde da cada flor su faz sencilla
y una tersa paloma el vuelo arranca.
Allá la vida se respira franca
cual si fuera una dulce maravilla,
y en su modesto parque el sol que brilla
suavemente parece que se estanca.
Una casita de categoría,
maga de ensueño y clara de poesía,
donde viva la gracia y la alegría,
y en las noches, cuando la luna es grata,
esta bella colonia se sonría
como si fuera un ánfora de plata.
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MERCEDES BARRERA
Estos que fueron melenudos montes
de solariega finca henequenera,
hoy luce su belleza placentera
en buenas casas y amplios horizontes.
Y en el terreno aquel de los desmontes,
se alza una gran capilla doctrinera
y se abre un parque que da el alma entera
donde cantan sus trinos los sinsontes.
Y cuando la ciudad ávida ansía
acogedor refugio de alegría
para gozar de paz y de esperanza,
halla en este lugar esparcimiento,
porque hay ambiente de honda venturanza
hasta en el mismo corazón del viento.
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DOLORES OTERO
Casitas y casitas y casitas
dispuestas como en forma de un tablero,
donde el día y la noche con esmero
juegan un ajedrez de aves bonitas.
Y se sienten fragancias exquisitas
como si este lugar fuera un florero,
o encendiera la tarde un pebetero
para esparcir esencias infinitas.
Y se ve la cruz alta de un santuario
que santigua el espacio solitario
mientras reza una esquila su rosario.
Y en el parque de plantas circuído,
parece que el ocaso entristecido
busca un rincón de paz, de amor y olvido.
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MELITÓN SALAZAR
Esta colonia que en el sur enseña
un parque con sus plantas custodiado,
entre las flores que hay en cada prado
parece un corazón que canta y sueña.
Y tiene esta arqueológica y sureña
colonia un atractivo reputado,
como es un subterráneo ya embrujado
con los ricos secretos de su dueña.
Y cuando el viento a una enredadera
peina como una suelta cabellera
olorosa, florida y ondulante,
al respirar el aire se dijera
que es el jardín de la colonia entera
como un pulmón de la ciudad fragante,
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SARMIENTO
Como en marco evangélico de encanto
y entre bíblicos pinos de portento,
este lugar de fiel recogimiento
es como para una oración o un canto.
Tiene capilla para un Niño Santo
que espera a sus creyentes en su asiento
y que ante él se arrodille el pensamiento
para contarle su interior quebranto.
Es un lugar de gloria y de poesía
con sus crepúsculos de pedrería
que desparraman su policromía,
como si el sol pintara en sus fulgores
no sólo casas, árboles y flores
sino sus mismos cielos de colores.
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FELIPE CARRILLO PUERTO
Esta colonia singular obrera
que al nordeste de la urbe está situada,
nada mejor que estar como guardada
por el alma de un líder de carrera.
Y por el nombre del lugar prospera
y se ve la colonia adelantada
con sus limpias callejas y pintada
cada casita como pajarera.
Y cuando el sol va abriendo la mañana
con su llavín de áurea filigrana,
mil orquestas de trinos dan su hechizo
y esperan los vecinos que algún día
esta esbelta colonia de alegría
tenga su ensueño, gloria y paraíso.
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Crítica Literaria
Darío, Lugones y Juan Ramón Jiménez, en español, y Verlaine en francés, forman la línea de ascendencia de Bolio Ávila, los fantasmas que han atormentado su lírica, en lo que podríamos llamar la primera época del poeta (…) Sin embargo, este conjunto de influencias no le condujo a inclinarse por la imitación de ninguno de ellos; acaso Verlaine predominara un poco más que los otros, o singularmente, al través de los otros (…) Alberto Bolio inocula en sus versos la sensualidad romántica de su temperamento. Porque él, ante todo, es un sensual, pero también a la manera árabe, que huye de la vulgaridad y se embebe en un refinamiento de perfumes de oriente. En cambio, carece de la simplicidad oriental del estilo (…) Bolio Ávila aspira el aspecto sensual y voluptuoso de lo árabe, por ello, persigue ardientemente las imágenes y trata, a veces con éxito, de obligarlas a introducirse y a caber en un solo adjetivo. Adjetivar, y adjetivar bien, es algo de lo más difícil en literatura, sobre todo en poesía; pero objetivar el adjetivo de tal manera que por sí solo dé la impresión de la imagen, sintetice la visión, es pocas veces asequible. Sin embargo, en no pocas ocasiones lo consigue Bolio Ávila (…) Más tarde, su poesía “evolucionó” y comenzó a enfilarse hacia la manera característica de Esquivel Pren, lo mismo en la elección de los temas, que en sus formas de expresión, modalidades de las imágenes, de los tropos, y particular visión de las cosas (…) Su obra lo acredita como un poeta de profunda raíz yucateca, genuinamente nacional por sus motivos, aunque no lo sea por su estilo y por los modelos en los que se ha inspirado (Enciclopedia Yucatanense, Segunda Edición. Tomo V. Gobierno de Yucatán. México, 1977. Pp.576-579).
[1] Diccionario de escritores de Yucatán. Peniche Barrera, Roldán y Gaspar Gómez Chacón. Compañía Editorial de la Península, S.A de C.V. México, 2003. Pp. 38-39.
[2] Antología de Poetas de Yucatán. Selección de José Esquivel Pren y Filiberto Burgos Jiménez. Tomo III, Nº 1. Nueva Cultura. México, 1946. Pp. 127-130.
[3] Enciclopedia Yucatanense, Segunda Edición. Tomo V. Gobierno de Yucatán. México, 1977. P. 814.
[4] Mérida en la entraña. Poemario. Bolio Ávila, Alberto. Ediciones del Ayuntamiento de Mérida, Yucatán. México, 1978. Pp. 40-45.