Chanona Yza, Álvaro Baltazar

Nació en Mérida, Yucatán, México en 1962. Tiene estudios castrenses en la Universidad del Ejército y la Fuerza Aérea, además de un postgrado en cirugía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde joven compaginó su profesión con la literatura. Su formación como escritor comenzó en el taller que dirigía el poeta Elías Nandino en el Departamento de Bellas Artes de Jalisco y posteriormente en el Taller de Poesía de la Universidad Autónoma de Baja California. Sus textos literarios han sido publicados en periódicos, suplementos culturales, antologías virtuales y revistas literarias de Argentina, Cuba, España y México.

Sus textos se encuentran en las siguientes antologías: Poetas de Tierra Adentro I, de Héctor Carreto (1991); Un Camino de Hallazgos. Poetas Bajacalifornianos del Siglo Veinte, de Gabriel Trujillo Muñoz; La Voz Ante el Espejo. Antología General de Poetas Yucatecos, de Rubén Reyes Ramírez (1995); Del Silencio Hacia la luz: Mapa Poético de México de Adán Echeverría y Armando Pacheco (2008); y Panorama de la Poesía Mexicana de Rubén Falconi y Romica Cazón (2009).

También se está incluido en el Diccionario Biobibliográfico de Escritores de Baja California siglo XVI-siglo XXI, de Gabriel Trujillo Muñoz (IMAC, 2000). Con la Universidad Autónoma de Baja California publicó Catarsis (1986) y ahora, su más reciente libro con el Instituto de Cultura de Yucatán, La Alforja de los Desprendimientos (2009)[1].

a………………………………………………………………………………………b

La alforja de los desprendimientos[2]

Criptogramas

Desatados, sobre el polvo de la muerte que he pisado tantas veces

los dedos luxados de un río garabatean sobre mis hombros

todas las rutas posibles hacia la ansiada salvación de los hombres.

Está cercano el instante feliz

en que la tripulación del otoño y sus retrasos

dejará pasar el aliento liberador de la salobridad

la vertiginosa caída de las cenizas sobre el umbral de la caligrafía

y su conocimiento.

De los ojos inmensos y flexibles de la noche

anegados de rotos espejos y fogatas

he quitado todas las vendas de cloroformo y yodo

que cubrían también las hondas heridas de este hígado juglar

y sin advenimientos.

El litio astillado y las tabletas de Valium de la boca

de esta criatura tatuada con los espesos detritus de mi nombre

fósiles de una vida sin sentido

esparcidos como juguetes sin cuerda en los ángulos umbilicales

y amargos de este laberinto

que tantas veces he transitado dormido

porque era mejor no estar ante la tiranía de varios

granos de café.

Y creyendo que era dueño de todo

construí reinos extensos donde reían los hijos prohibidos del mar

donde los adjetivos de aquellos orgasmos domados

con su brusquedad y sus agrios bagazos de ira

penetraron la verdadera esencia de todas las cosas

que me quitaron las horas junto al cuerpo inanimado y frío

de una Biblia ya deshojada por los niños y los profetas.

Levanté templos con las palabras

para los esqueletos dipsómanos de un naufragio de sombras

a quienes di de comer abundantes desperdicios de hilaridad

largas conversaciones con Dios

trozos calcinados de una historia viviente

horas dilatadas, abrazado a la pesada cruz de los temores

descifrando los criptogramas del alma.

Al final, comprendí que solo era un hombre más

disfrazado de oveja entre los lobos de una manada cualquiera

sin nada bueno que ofrecer a los suyos…

arrodillado, siempre clamando al cielo por un perdón

que apenas merecía

sin ninguna posibilidad para la reconciliación de los

verbos difíciles

que escupen los turbados fantasmas que habitan ahora

las sucias comisuras de mi boca…

a………………………………………………………………………………………b

La alforja de los desprendimientos

Una bolsa de celofán cargo

todo el tiempo arrugada

llena de vértebras que no dejan de doler

un dolor del que me platicaron

los enfermos de la calle muchas veces

pero nunca imaginé tener

entre mis cosas más cercanas.

Atascadas bajo la lengua

unas reumas para pisar con cuidado

los dientes sucios de las alcantarillas

un evangelio de azúcar

para dar de comer a las hormigas

que no dejan de jadear como peces sin agua

debajo de la estufa.

Un fémur dislocado de cuarenta y cuatro años

para encarar esta conflagración

de todas mis rabias apretadas, intestinas…

que arrastro intoxicado

por el desasosiego de no saber si seré nada ni nadie

algún día en ese cuarto oscuro

que llamamos destino.

Dos pulmones colapsados por el lodo

de los cigarros que nunca he fumado

una cola de estridentes juguetes

que remolco en este santuario de monjas

divorciadas de un hombre

que todos llaman Dios

para justificar las incontables averías

de esta casa en ruinas

donde sólo los muebles empolvados

reconocen el rostro cartilaginoso y esquivo

de todos mis parientes.

El estigma violáceo

de haber nacido tarde y asfixiado

entre los muslos desnutridos de mi madre

sobre una mesa obscena de madera

en la anarquía atroz de una cocina

atestada de crudos fermentos y trigo

donde la ausencia de mi abuelo José

expulsó con su mano tatuada de pólvora negra

las pústulas blancas del invierno

el fruto agrio y sin semillas

del viñedo marginado de los justos.

Una fotografía de la infancia en sepia

manchada con el óxido de la aflicción

que no deja de sembrar en la memoria del ártico

rudas y largas estacas de lámina cortante

el caldero en que reposan las glándulas

raquíticas y anémicas de los buitres

que siguen comiendo las entrañas

de nuestro cadáver que no quiere

dejar de entibiarse entre los vivos.

Los vasos torcidos de este suero salobre

empantanado de células culpables

bajo la inteligencia corrosiva de la carne.

Desahuciada, la cicatriz que paraliza

la punta sin punta de mi lengua

que solo sabe fabricar verdades a medias

mentiras banales de poeta

como un signo antropológico de odio

en cada marea de saliva…

los cristales sucios del desamor

que no dejan de temblar en la pobreza egoísta

de mi semen…

En los aceites de mi cerebro la electricidad

circular y coterránea de la neurosis

en los dedos de los muertos y su escritura

ese gemido de noria que aplasta

el páncreas de nuestros harapos

y nos obliga a beber el resquemor inagotable

de su jugo…

El mercurio de las negaciones bajo el asfalto

que esconde los secretos anquilosados

de los hombres arrepentidos y las cañerías

en que susurran los labios rotos del entendimiento

el significado metafísico de la palabra adiós.

Ese nudo marino que oprime sin descanso

la garganta del magro quijote que acaba de nacer

un quebrantamiento de huesos tiernos

de vísceras teñidas de orina

y fatales adicciones…

De los cráneos hebreos

en los remozados campos del holocausto

ese aliento podrido en los resabios del aire

que tiene por entrañable tarea

no dejarnos respirar…

Hermosa fuga de las palabras difíciles

son los corpúsculos de esta alquimia

en la alforja de los desprendimientos:

abierta de lado a lado una herida

en el mismo lugar de otra herida

habitada por cuantiosos fantasmas

y gusanos hambrientos…

Una nota ilegible en la botella vacía

de un niño sin padre

a la deriva en el líquido amniótico

como la soledad incurable de una apoplejía…

Mordiendo una manzana

ese par de simios desnudos

por quienes los ángeles nos arrojaron

del conocimiento que custodiaba el paraíso.

Una sinagoga de roncos profetas

donde las horas sin la abundancia de Dios

dejan su aguzada caligrafía de nomos

la sonrisa amarillenta de un Iscariote

como un estallido de fósforos mojados.

Isla entumecida de los remordimientos

en que ha encallado la mirada feudal

de la soberbia y sus horrendas criaturas

donde rompen sus aristas los ácidos

de fulgurantes charcos de lluvia

en los que no podemos ahogar

el rostro desfigurado de tantas preguntas

que han de quedarse como todos nosotros

sin el alivio que produce la respuesta…

a………………………………………………………………………………………b

La brillante

Tú que habitas el cráneo pequeño

de los hombres, que por lo mismo

conoces el lenguaje arcaico y críptico de la tristeza

que en esta silla de hierro se mece

que llevan los muertos en los pies como una astilla

de vidrio, debes saber que alguien come ahora

de las sombras

que los jugos de algunos higos corpulentos

injertan en los surcos ligeros de tu boca

y que huyen hacia los mares de Irlanda

cuando te tocas…

Si los peces agrios y errabundos del que te ama

no alcanzan los ríos caudalosos y dulces de tu pubis

en medio de tus muslos llorará la noche

un poco de bilis amarrada a un hilo delgado y huraño

de sangre…

Entonces, no será inútil el polen de la vida

que aún arde jubiloso en la encía morada de tus gatos

ni el pan de los sábados

cuyas migajas de luz sobre la helada cantera

del mundo

cargaban las hormigas

los cinco primeros días de marzo…

Una nube de agua bendita se posó en la Casa de Dios

dicen tus abuelos, Roxana:

cuando tu llanto que era el primero del que

habríamos de hablar

felices y desnudos

hizo el milagro de construir esa poesía Celta

que solo tú

y nadie más que tú

puede poseer y domar

entre tantas y tantas palabras

que están sobre la mesa…

a………………………………………………………………………………………b

La mirada del fauno

La celebración de mis armas

amenaza con terminar austera

en las trampas poéticas de una fotografía

en que aparezco feliz de ser yo mismo.

Hipnotizado por esta ceremonia de fluidos

en que torcidos abdicaron mis huesos

me arrojo como una piedra al vacío

las coyunturas de mis pies arden de ira

el dolor de andar las calles me secuestra.

Porque arroja el mal aliento de la noche

contra los muros deshilvanados de las horas

el miedo que tengo de seguir adelante

sin los ojos de la admiración

que debe rendirnos el instinto de vivir

que siempre se renueva.

Donde el naufragio de los insomnios

encuentra su tabla de salvación

arden los estandartes de mi sangre.

He abandonado la inquietud

que producían en mi las voces de la calle

solo escucho el diálogo pertinaz

de mis ejércitos desamparados

en la circunferencia inane de los polos

cercados por los arqueros de la cobardía

se han guarnecido donde los ojos

de mi cama lloran la ruta que sigue

este desprendimiento…

Una explosión de temblores recrea

la mirada del fauno

una disección de odios antiguos

satura de fiebre mi lengua

inundada de biliares sortilegios

y asperezas.

Otra vez el imperio de la luz

desaparece donde el bronquio

único y delgado de la vida

se colapsa.

No sirve más la medicina

prodigiosa de las oraciones

el turbio molino de los analgésicos

solo tritura las duras ojivas del alma.

La tierra humillada por la orina

decantada de los tiranos y analfabetas

se contrae y se hace cenizas

donde la tumba de mis enfermos

ha dejado una silla de ruedas como recuerdo

o una simple muleta

Condenados a morir estamos

como sucios moluscos de agua

que carecen de voz y de lenguaje

rodeados por estos gusanos

que no dejan de morder

los delgados tejidos del cerebro.

Porque solo el que sufre el dolor atávico

de respirar por vez primera

el oxígeno rudo y pueril del nacimiento

puede una y otra vez repetir el dolor

que produce la vigilia constante

y monocorde de la muerte.

Perseguido sin descanso por el tiempo

el hombre como los árboles se cansa

y ya no da más sombras ni frutos

y como ellos se dobla,

se duele con el viento y se queja

pero no se rompe

Porque aquel que como Dios

clausura con su poder la voz de los poetas

solo puede reinar rodeado de serpientes

sedientas de vinagre y de veneno

de muertos que no dejan de hablar

y de sacerdotes sin empleo

que oran con los muertos

No está en nosotros cambiar el curso

inexcusable del destino

tampoco en ese Dios enano

enfermo de rabia y de ceguera

que nos conmina a buscarlo

en la inagotable oscuridad en la reina

arrancándonos los ojos de la fe

sin previo aviso…

a………………………………………………………………………………………b

Crítica Literaria

Internarse en La alforja de los desprendimientos es encontrarse con una voz poética original, auténtica, cargada de sabiduría y de sentido armónico. Este libro convulsivo, turbador, tiene la virtud de no dejar indemne al lector: lo toma por sorpresa y mueve sus sensaciones, sus sentimientos, su pensar. A lo largo de las cuatro secciones en que está dividido, ofrece en sus poemas juegos rítmicos de la más alta calidad, conjugados con imágenes ricas, saturadas, telúricas una veces, brutales otras. Álvaro Chanona posee la virtud de utilizar en estas imágenes todo su oficio de poeta logrando sinestesias inesperadas, avances asombrosos de los objetos al acercarse y formar estas imágenes poderosas y elocuentes. Es, pues, un libro que no permite al lector recostarse y descansar. Es un libro que lo interpela, lo enfrenta, lo obliga a mirarse en el espejo del poeta, pero también lo seduce con el dominio que ejerce de su oficio. Como todos los grandes poetas.

Roxana Elvridge-Thomas

(La alforja de los desprendimientos. Chanona Yza, Álvaro Baltazar. Colección Las Cenizas del Quemado. Instituto de Cultura de Yucatán. México, 2009).



[1] En red: www.conaculta.gob.mx/estados/jul09/23_yuc01.html

[2] (La alforja de los desprendimientos. Chanona Yza, Álvaro Baltazar. Colección Las Cenizas del Quemado. Instituto de Cultura de Yucatán. México, 2009. Pp. 23-46).