Duch Colell, Juan

(1920-1998) Escritor, poeta y periodista. Nació y falleció en Mérida. Estudió en Barcelona y de regreso a Mérida comenzó a los 16 años su carrera periodística en el Diario del Sureste donde desempeñó distintos cargos. Vivió en la Ciudad de México, Barcelona y la URSS. Desempeñó los cargos de Coordinador del Instituto Nacional de Bellas Artes (Yucatán y Campeche), Director General de Bellas Artes del Estado (1958-1961) y Director del Instituto de Cultura de Yucatán en 1990. Entre sus tareas periodísticas realizadas en Mérida se encuentran: coordinador del programa radiofónico La Hora de España Republicana (1937-1938); Jefe de Redacción de la revista científico-literaria Humanidad (1939-1941); director del periódico quincenal antifascista Mundo Libre, editado en plena guerra mundial (1942); miembro del grupo fundador del movimiento de renovación cultural Provincia y colaborador de la revista literaria del mismo nombre (1942-1944); director del semanario independiente Crónica (91 números, 1944-1946); colaborador de la sección cultural dominical del Diario del Sureste (1950-1952); jefe de redacción del mismo diario (1953-1957) y fundador y codirector de la revista Juzgue (1974). Asimismo fue reportero del suplemento La Cultura en México de la revista Siempre!; colaborador de las revistas Política y Sucesos para todos (1962-1965); redactor de textos para los noticiarios cinematográficos Cine verdad y Tele Revista en Teleproducciones Barbachano (1962-1967); Corresponsal de la revista Siempre! y del semanario La Voz de México en la Unión Soviética y otros países del bloque socialista, con sede en Moscú (1967-1971); colaborador de la página editorial de El Universal y articulista del diario El Día y de su suplemento cultural El Gallo Ilustrado. En la página Perfiles de México publicó numerosas semblanzas de personalidades yucatecas, especialmente escritores y artistas. En El Gallo Ilustrado muchos de sus textos aparecieron bajo el título general de Crónicas de Santa Lucía en evocación del parque meridano del mismo nombre. Fue miembro del Consejo de Colaboración de la revista Páginas del Instituto de Cultura de Yucatán y del Consejo Editorial del Estado. Publicó los siguientes títulos: Canto a Gustavo Río, Poema (1950); Visión de Cuba. Reportaje sobre una realidad (1961); Poemas de Cuba sí y otros de yanquis no (1961); Mediz Bolio: un hombre de América (discurso, 1973); Epístola de cuerpo ausente para Agustín Franco Aguilar (1974); Poemas (Antología, 1980); Crónicas de grupo (1984); Libro de recortes (1988); Frío y fuego, Pilar (1989); Los valores humanos esenciales del V Centenario (1993); Ayeres en desorden I. Penúltima escritura (1994); Ayeres en desorden II. Albas y duelos (1995); Breve océano (1995). Fue miembro fundador del Casal Catalá Península de Yucatán (1996). Recibió nombramiento de Hijo Distinguido de Mérida (1980); las Medallas Eligio Ancona (1980) y Leopoldo Peniche Vallado (1985) así como el Premio Regional de Periodismo José Pagés Llergo por su trayectoria periodística (1988). Su vocación por las letras hizo del periodismo y la poesía las constantes de su vida itinerante y de escritor comprometido. También recibió la Medalla Casa de España y fue director de la Enciclopedia Yucatán en el Tiempo [1].

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SELECCIÓN DE LA VOZ ANTE EL ESPEJO[2]

Primera salida

Y retorno al silencio

Ahora te poseo plenamente

Te dibujan mis dedos.

Mi oído se recrea

con la tenue caricia de tu música

y mis labios te besan

sin querer

cuando asciendes del fondo de mi pecho.

Puedo jugar contigo

como jugabas tú con mis desvelos.

Eres mía.

Puedo palparte ya gozosamente

y sin embargo

la misma angustia que ayer me torturaba

es dueña de mi cuerpo

Es el mismo dolor,

el mismo, el mismo.

Es mi dolor a secas.

Es el dolor del hombre

que no encuentra remedio en las palabras.

Por eso estoy callado.

Construyo un baluarte en el silencio.

El silencio ahora para mi

es el único poema valedero.

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Conquista

de los sueños

Estoy aquí, presente,

con la cabeza alta,

los ojos tendidos al espacio,

fugándose

y las piernas potentes, musculosas,

hundiéndose en el fango.

Estoy aquí, de pie,

vigilante, despierto,

en espera del fruto que madura,

las manos extendidas, vibrantes,

desnudas y vacías,

perdiéndose en el aire.

Desnudo

llega

el rumor encendido

de una canción lejana.

Es un eco distante, inseguro,

que se adentra en mi carne,

cobijándose.

Lo persiguen,

sin límites, abstractas,

temblando,

pisadas en el viento

y ojos en la tierra

que reclaman su ritmo

agonizantes;

hombres sin brazos,

mujeres mutiladas,

cuerpos, masas, colores,

sembrando gritos

en la piedra sedienta de semillas,

arrastrándose.

Y herméticos guardianes del silencio,

derramando ceniza

en las hondas heridas,

en los surcos crispados de misterio,

santiguándose.

Labios,

quiero labios abiertos,

lenguas decididas y palabras,

ráfagas que surquen el espacio

por encima de muros invisibles,

de barreras de miedo,

altas, audaces,

liberándose.

Quiero voces,

palabras fraternales como manos.

Dame la tuya,

envíala de lejos,

en alas desplumadas,

tremolantes,

o por ríos de lágrimas,

venciendo a la distancia.

Cuando las tenga todas reunidas,

dispuestas en línea de combate,

mi voz tendrá potencia suficiente,

sonoridad, alcance.

Mi sola voz

sonará como un coro de voces sangrantes.

Destruiré murallas con canciones,

desharé siglos para hacerlos de nuevo,

ascenderé del polvo hasta la estrella,

la roja estrella de luz inagotable

que ha de ser algún día de todos y de nadie.

Estoy aquí, presente,

sin cuerpo, sin mirada,

a la mitad del sueño,

recogiendo palabras

-tuyas, diversas, lejanas-

recogiendo palabras y sembrándolas.

Estoy aquí, de pie,

en medio de la noche,

en la nada,

seguro y arrogante,

entonando canciones.

Con timidez de novia

se acerca el alba.

(Viaje interior, 1944)

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Lloraba

el limonero.

Esta mañana.

Este limonero.

No cualquiera.

Este:

el del abuelo.

En mis ojos

sus hojas

pusieron

el cristal del rocío.

Lloraba.

Eran gotas delgadas,

caídas,

dedos/ peine en mi pelo.

Se fue vistiendo de agua,

despacio, poco a poco

(Juan Ramón

nota: Jiménez)

este limonero del abuelo.

Llovía desde adentro

mi agonía.

El alba me llegaba

sólo yo solo

despierto al pie del celo.

Lloraba

el limonero

vírgenes y esqueletos.

Lloraba yo,

cuando sonó el teléfono.

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Pintada

quién sabe

por qué manos

esta virgen

ardiente en la pared

tiene

rostro, aire, gracia de gitana.

Pudo haber sido

la amante

de un torero,

la novia de un cantaor flamenco,

o haberse puesto siete flechas en el pecho

y dos clavos en los pies,

o pasarse a Murillo y al Greco

pegada al toro

por el mediodía de su pelo.

Es

una virgen de guitarra

y zapateo,

pintada

con arte de poeta calderero.

Virgen

con sexo y alas de Antonia Mercé.

Fragua

de los pies

subiéndose al cáliz de los ojos.

Brazos de banderillas

Incitando a la espiga

(Crótalo: nota Federico

el duende

Lorca y Luis Rius, Calleja,

Siglo diez y seis,

Alberto

voz/guitarra

Domingo y Pilar Rioja).

Suenan

crótalos

en esta virgen de aquí, del taller,

del abuelo,

en la pared, junto al teléfono,

sobre Isabel Segunda,

esta virgen defensa central

del color de Andalucía

contra toda la niebla de Inglaterra.

Virgen

Rioja,

baile

de jardines y de alhambras,

danza de luces y agua.

Ante ella

a sus pies

deténgase el aire.

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Habla don Antonio:

frente de la sonrisa,

Mediz,

nariz vestida

de chambergo y capa larga.

Ceiba

de universos,

Xtabay despeinada en palabras.

Rostro: sueña, canta.

Tú,

pájaro del alba.

Sol.

¿Quién calla?

Gottdiener, don Antonio,

Mediz Bolio, abuelo,

luz de alfiler en la mirada,

¿Quién canta?

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Con

su retrato

asoma Diego

torrente,

niño,

sombrero de paja

y cinta en el carrete,

sobre un rostro

(ancho, redondo,

grave)

de pendejo.

Charco

Y Alameda

de sapo salvaje

Rivera,

panadero

con masas en las manos

y uñas afiladas

para ponerles garras

a los muros-palabras.

(Coito de fantasías y colores)

Lo acompañan

Siqueiros y Orozco,

fuego,

Guadalajara,

pincel de adentro sin mano,

coronel

del Quinto Regimiento

de Mina, el Che Guevara

y Julio Antonio Mella,

Hidalgo y Cuauhtémoc

en cárceles y en llamas.

(Nota de mi diario:

21 de junio,

cae la tarde.

Perú y Argentina

seis goles

gorilas

a cero.

Televisión. Ruptura

El rey Pelé anuncia

brassiers y refrescos

y Caruso Fernández

canta su gol de pecho).

Miriam y Miriam

en Edison.

A Juan Pablo

le crecen las barbas.

Selva de Florencia

Roma Viena

Leonardo al pie del limonero

Jaina y Uxmal

Sesenta Sur

Marfil y Calkiní

El Brujo

Budapest Bela Kun

gitanos Santander

Tunas de San Luis

Lenin Rafael Sanzio

Franchi Franciscano

Maní de Landa

Virgen de Xcalachén

mi sed

¡Y todavía yo

toda la tarde!

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Reja

cruces multiplicadas

de hierro,

líneas de miel forjadas

con sol

de tierras naúfragas.

(Yunque ¿dónde?

ya sin el sonar

de los martillos)

Reja del taller,

puerta del tiempo.

Templo de cedro,

de bojón

no sé

madera de viejo tronco,

caoba

y marfil y coral negro

y manatí

y ébano

y miles de lágrimas

de nuestro Señor Jesucristo

talladas

en bolas de billar.

Jesucristo

crucificado a la mitad.

Afuera el limonero.

El quieto árbol. El limonero

de la sed. Y del quedarse.

El claro jardín de tantas tardes…

Tú, abuelo, mirándome.

Tú:

hierba,

árbol,

Whitman,

sangre,

abuelo.

(Abuelo/Taller, 1978)

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Crítica Literaria

“Juan Duch Colell desplegó una extensa y prominente labor como periodista. De su cuantioso material periodístico descuellan el reportaje, la entrevista y la nota de opinión. En ellos encontramos los más variados asuntos sobre política nacional e internacional (…) Además de su trabajo como periodista, cultivó con gran finura la poesía. Desde los 20 años, la inquietud de escribir sobre el ambiente que le rodeaba, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, lo inclinaron a hacer poemas de contenido político y social. Además de la firmeza y pulcritud de su expresión poética, en su obra se revelan a menudo sus anhelos de fraternidad y sus saetazos de rebeldía contra la opresión y la explotación de nuestros pueblos” (La voz ante el espejo. Antología general de poetas yucatecos. Presentación, selección y notas de Rubén Reyes Ramírez. Tomo II. Poetas nacidos en el siglo XX. Instituto de Cultura de Yucatán. México, 1995. Pp. 103-104).

En palabras de Santiago Burgos Brito: “Duch Colell no es uno de esos poetas que creen en la necesidad de la superproducción en la obra. Su labor es lenta, parsimoniosa, sin agitaciones estériles y vanas (…) Sólo escribe cuando tiene algo que decir, impulsado por esa fuerza interior que en los verdaderos poetas es una orden que no admite objeciones de ninguna especie (…) Sus versos demuestran palmariamente para lo que sirve la poesía, no para embotellar nubes, como algún humorista dijera, sino para provocar emociones, pero emociones que mueven el espíritu y ponen en acción las energías en torno a algo que no sea baldío o de escasa importancia (…) Con la obra poética de Juan Duch Colell la emoción se va perfilando de un modo tan preciso, tan certero, que la dura tarea del poeta nos parece un placer gustado en la misma búsqueda de la palabra, en ese afán de alcanzarla en cuyo logro hay como un asomo de sensualidad (…) Es así como en sus poemas nos describe Juan Duch el nacimiento de un poeta revolucionario, de uno de esos poetas que si cantan el crepúsculo ha de ser con referencia a problemas humanos, como simples metáforas o imágenes, y que si cantan al amor lo proyectan al amor de esas multitudes que no saben de amor sino en contadas ocasiones, y a las que el poeta revolucionario consagra la mayoría de sus canciones. En estos sus poemas hay el estudio psicológico de la creación poética revolucionaria, con sus inquietudes y sus destanteos, con sus alegrías y sus desazones, y también algo así como el atisbo autobiográfico de un hombre que es también un poeta. Toda la psicología inconfundible para nosotros de Juan Duch el hombre, se encuentra en estos versos henchidos de sinceridad maravillosa, sin preocupaciones de estilo, sin pomposas exageraciones metafóricas, con esa expresión inconfundible de la modestia y de la sencillez del hombre, que en el poeta se reflejan categóricamente (Palabras leídas por Santiago Burgos Brito en Ochil, en 1950 durante una reunión literaria presidida por don Antonio Mediz Bolio)[3].


[1] Diccionario de escritores de Yucatán. Peniche Barrera, Roldán y Gaspar Gómez Chacón. Compañía Editorial de la Península, S.A de C.V. México, 2003. P. 58-59.

[2] La voz ante el espejo. Antología general de poetas yucatecos. Presentación, selección y notas de Rubén Reyes Ramírez. Tomo II. Poetas nacidos en el siglo XX. Instituto de Cultura de Yucatán. México, 1995. Pp. 105-115.

[3] Viaje Interior, Duch Colell, Juan. Colección Letras Textuales 2. Universidad Autónoma de Yucatán. México, 1995.