Miguel Ángel Menéndez Reyes
Nació en Mérida el 11 de enero de 1904. Murió el 24 de junio de 1982. En Izamal, Yucatán, transcurrió su infancia, en un ambiente de haciendas y peones henequeneros. Muy joven aún, fue presidente municipal de Payo Obispo, hoy Chetumal, Quintana Roo. Siendo diputado federal, acompañó a Lázaro Cárdenas en la Implantación de la Reforma Agraria en Yucatán, en 1937. Fue embajador en Colombia y el primer embajador de México en China, cargo que no pudo ejercer por la Segunda Guerra Mundial. Menéndez Reyes fue el inspirador de la creación del libro de texto gratuito para la primaria durante el gobierno de López Mateos, motivo por el cual, al ser promulgado el decreto, fue nombrado presidente de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito.
Crecido y formado en el pensamiento de la Revolución Mexicana, se dedicó a la historia, la política y la literatura. La oratoria, el ensayo político y el periodismo fueron sus campos naturales de expresión. Como periodista usó el seudónimo Manuel Briceño. Menéndez fundó en la ciudad de México el primer periódico diario en inglés en 1950, The News. Recibió en 1962 el Premio Francisco Zarco al mérito periodístico.
En 1928 publicó su primer libro Hollywood sin pijamas, una colección de entrevistas. Entre 1932 y 1936 publicó 3 libros de versos y en 1940 su novela “Nayar”, laureada con el Premio Nacional de Literatura. No obstante que desde la publicación de “Nayar” se dedicó preferentemente a la prosa, siguió publicando esporádicamente poemas en periódicos de la capital. Con el poema “Teoría del Naufragio” ganó la Flor Natural en los Juegos Florales de Mazatlán, Sinaloa, en 1963.
Su obra poética está compuesta por: “Otro libro, poemas”, 1932; “Canto a la Revolución”, 1933 y “El Rumbo de los Versos”, 1936. También publicó “Ideas y Direcciones Políticas”, 1940, ensayo; “La Industria de la Esclavitud”, 1947; “El hombre de Yucatán y su horizonte de espinas”, 1954; “Homenaje al batallón de San Patricio”, 1961; “Noticia política”, 1962; “Malitzin”, “Populibros La Prensa”, 1964, ensayo; “Vida y muerte de Kennedy”, “Populibros 1964”, “Ensayo y Yucatán, problema de patria”, 1965.[1]
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Selección de La voz ante el espejo: Antología general de poetas yucatecos[2]
El poema de mi padre
(Fragmento)
I.- La Tierra
TIERRA caliza, dura, en la que el agua,
para volver al mar, rompe su brecha
en lo profundo de la roca viva.
Cantera, pedregal del mundo, cima
de Atlántida: tus pájaros volando
mueren como de rayo por la sed.
Roca plana, sin cumbre, sin abismos,
que ni siquiera cicatriz de río.
Cada flor significa un heroísmo.
Tierra en la que no hay árboles gigantes
ni oasis perfumados, en que para
vivir se necesita ser muy hombre.
En que se come el corazón del hambre;
donde el que tiene sed, araña rocas
y ya loco de sed bebe su sangre.
Roca, mi cuna: roca, Su mortaja;
sabana seca, inhóspita, bravía,
en la que el pozo es el rey de la baraja.
Cuna de roca y ataúd de laja.
Mi páramo nativo sólo ansía
la fresca bendición de una tinaja.
Mi pueblo se alborota con la lluvia:
estremece sus pávidas espinas
con el galope del caballo de oros.
Sobre la pampa calcinada, yerta,
entre púas, parece -¡vida en puerta!-
que se salva el maizal.
Tierra de abnegación pequeña y grande
donde se quema el alma a fuego lento;
tierra del padre mío: Yucatán.
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II.- El cielo
ESE azul del azul de Sus ojos
que dispuso la fiesta del iris
en mi clara niñez de bandido!...
Cielo de azul encendido,
-todo el cielo era de sol-.
Sol que llenó de luceros
la troje del corazón.
Corazón de bandolero
en aventuras de amor.
Amor mío: los luceros
me queman el corazón.
¡Ese azul del azul de Sus ojos,
que dispuso la fiesta del iris
en mi clara niñez de bandido!...
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IV.-El
PADRE: cazador de milanos:
¡cómo perseguían tus ojos azules
el rumbo de los pájaros al viento!
Tenías el instinto
de estudiar la mecánica del vuelo
y de hallar los orígenes del canto.
Padre y maestro, domador de potros,
ignorante de Hugo y de Verlaine
hiciste tu poema de nosotros.
Poema el de los ojos de mi madre,
de aquella linda madre que yo tuve,
terca en la gloria y el dolor del hijo.
Me llevabas, maestro pajarero,
a espiar en los árboles tus trampas.
En tu pecho latía el bosque entero.
Todo el pueblo era una pajarera
por ti. El campo estaba en casa.
Lo traías entre tus manos anchas.
Eras para mi orgullo de muchacho
con el alma en los puños y en los labios,
dios generoso, sensitivo y macho.
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VI.- Yo
QUERÍAS que fuera como tú: alma,
cuerpo de campo, árbol de ancha sombra…
¡Si la vida no quiso darnos agua!...
¡Ah!... ¡Si la tonta vida hubiera dado
para mi padre un poco más de tiempo,
yo no hubiera corrido descalzo
mi pequeño pregón por el pueblo,
ni me hubiera mordido en el alma
este perro dolor de los versos!...
Y no es que me arrepienta
del dolor prematuro.
Es que duele jugar con los recuerdos.
¿Qué puede dar un huérfano
del que quiso las alas y los cantos
de los pájaros?
Si de repente siento
brotar del corazón alas y canto:
el dolor y la música del verso.
Padre:
Esta vida –la yegua que monto-
se alebresta y me tira y la monto
y me tira y la monto.
Pajarea, se me alza de manos,
hunde, arisca, la testa potente
y echa del signo brutal del corcovo.
Al notarla tremar de coraje,
porque sienta que hay charro en su lomo,
la desangran mi espuela y mi cuarta.
Tras la doma triunfal que consigo,
le compongo la crin del copete
y le doy palmaditas al anca.
Y me voy en la vida –la yegua
que tú me dejaste sin freno-
la yegua que monto…
Padre:
DE los chinchinbacales de tus trampas
sale esta voz ungida de fervores:
yo soy un sueño tuyo que te canta.
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El rumbo de los versos
El rumbo de los versos, 1993.
Ven a soñar conmigo.
Quiero sentir tu rostro
En la caja sonora de mi pecho.
Apretuja tu cuerpo
-pistilo contra estambre tembloroso-
para que sientas palpitar mis versos.
¡Así, pero no llores!...
Aprieta tu dolor entre los labios
Como si fuera un beso.
Y piensa lo que pienso:
que ha llegado el final de nuestra gloria;
que es la postrera noche que te siento.
Hoy termina el milagro.
Hoy se apaga mi luz, y seré sólo
un pajarito de papel al viento.
¡Qué linda tu alma!...
¡Qué dura tu carne de almendra!...
¡Qué suave tu charla!
Te quiero. Me inquieta el disimulo
de tu beso. Me gana la locura
de tu risa. ¡Yo sé cómo te quiero!
Dejarnos… ¡Qué lucha más honda!,
¡qué inútil tragedia!
yo no soy un amor: soy tu sombra.
Soy tu sombra en las doce del día,
escondido en ti misma, esperando
trepar a tu fronda.
¿Quién de los dos es ala,
quién es nido?... Estamos complicados
en dulce trabazón de cuerpo y alma.
Pobrecitas palabras:
brillan como luceros en el pozo
y mueren como rayas en el agua.
ENDULZA y amarga
la brutal ansiedad del segundo
en que todos los poros son labios.
¡Espérame!... ¡Juntos!
En los ojos cerrados, estrellas.
Nos gravita en la médula el mundo.
¡Qué claro silencio!
Esta sed que bebí de tus labios
sólo quiere apagarse en tu pecho.
MAÑANA, tu boda.
Estreno de trajes usados.
Mi amor en la sombra.
¡No llores, muchacha,
muchacha bonita:
no quise decirlo: perdona!
Comprende que en mi alma se anida
la rabia más honda
porque todo se va de mi vida…
VUELEN, vuelen, gavilanes,
y tráiganme mil palomas
con sangre de tulipanes.
Vuelen, vuelen, mis azores;
traigan lirios colorados
con sangre de ruiseñores.
Vuelen, vuelen, mis canciones,
y hagan que mi novia quiera
unir nuestros corazones.
YO prendo este beso,
¡con mil alfileres!,
muy hondo en tu pecho.
Y me voy cantando,
-mírame los ojos!-
rumbo de los versos.
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Crítica Literaria
La obra que consagró como literato a Miguel Ángel Menéndez fue su novela indigenista, “Nayar”. En ella, el énfasis recae en torno a la atmósfera y vida de los indios coras en lo más abrupto de las serranías del estado de Nayarit. Como refiere el Diccionario de Escritores Mexicanos, a pesar de que el autor no se libra de la insistencia en el detalle y lo prolijo al describir las costumbres de los nativos, se salva por sus dotes de narrador y por su tono poético. Así, la honda reflexión y el calor emocional, reservado y contenido, son rasgos que hacen de “Nayar” uno de los más afortunados frutos de su género.
Rubén Reyes Ramírez.
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